La desintegración.
A partir de la Revolución de Mayo, Argentina comenzó a perder gran parte de los territorios de lo que fuera el Virreinato del Río de la Plata.
Con tal de no perder su protagonismo principal, el egoísmo centralista porteño prefería desprenderse de territorios que naturalmente formaban parte del virreinato. Así perdió la Banda Oriental rechazando sus delegados a la Asamblea del año XIII, y no conformes con eso, intrigan con la invasión portuguesa a la Banda Oriental para deshacerse de Artigas, quien consideraba a la Banda Oriental parte de las provincias del Río de La Plata.
"Artigas es un bandido, un tártaro terrorista. Jefe de bandoleros, salteador, contrabandista, endurecido en la rapiña, incivil, extraño a todo sentimiento de patriotismo, famoso vándalo, ignorante, rudo, monstruo, sediento de pillaje, sucio y sangriento ídolo con chiripá. Ese salvaje animal que enchalecaba hombres con cuero fresco lleva por séquito inseparable el degüello y la devastación". (Sarmiento Domingo F. Obras Completas)
La traición rivadaviana.
La campaña Libertadora de San Martín queda inconclusa por la falta de apoyo del gobierno de Buenos Aires. Los celos de Rivadavia hacia San Martín por su probable apoyo a los caudillos de las provincias interiores, le llevan a quitarle toda colaboración, por lo que el Libertador debe ceder el mando a Bolívar.
Regresado a Mendoza, es acosado por “Rivadavia y sus satélites” que incluso violan su correspondencia, hasta que San Martín decide su exilio en Europa.
“Rivadavia era incapaz de lealtad, honestidad o siquiera buenas maneras en sus relaciones con los hombres que lo rodeaban con quienes estaba obligado a llevar los negocios de la comunidad. Odiaba a los hombres que eran más notables o tenían más éxito que él. No encontraba nada demasiado maligno que decir sobre San Martín y Bolívar.” (H.D.Ferns. Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, p.178)
“...Mi separación voluntaria del Perú parecía me ponía al cubierto de toda sospecha de ambicionar nada sobre las desunidas Provincias del Plata. Confinado en mi hacienda de Mendoza, y sin más relaciones que algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me cercó de espías; mi correspondencia era abierta con grosería...” (Altamira, Luis Roberto: “San Martín. Sus relaciones con don Bernardino Rivadavia”. Impresiones Pellegrini 1950. Museo Histórico Nacional. Su Correspondencia)
“Me dice Ud. no haber recibido más cartas mía –escribe San Martín a Guido- si se han extraviado, o mejor dicho se han escamoteado ocho o diez cartas mías que le tengo escritas desde mi salida de América; esto no me sorprende, pues me consta que en todo el tiempo de la administración de Rivadavia mi correspondencia ha sufrido una revista inquisitorial la más completa. Yo he mirado esta conducta con el desprecio que merecen sus autores....ya habrá sabido la renuncia de Rivadavia. Su administración ha sido desastrosa y solo ha contribuido a dividir los ánimos. Yo he rechazado tanto sus groseras imposturas como su innoble persona. Con un hombre como este al frente de la administración no creí necesario ofrecer mis servicios en la actual guerra con el Brasil por el convencimiento en que estaba, de que hubieran sido despreciados” (Altamira Roberto. Museo Histórico Nacional. - Jorge Sulé. La coherencia política de San Martín, p.41)
Retirado San Martín, Sucre desaloja a los godos del Alto Perú y recibe orden de Bolívar de comunicarlo a Buenos Aires para que organice esa región que consideraba parte natural del Río de la Plata, pero Buenos Aires renuncia el ofrecimiento. Así se perdió el Alto Perú, pese a los esfuerzos posteriores de Rosas para que se incorporara nuevamente a la Confederación en forma voluntaria.
Rosas y San Martin mantendrán una relación espistolar de mutuo apoyo, amistad y agradecimento, que la historiografia liberal disimula, y el propio Sarmiento reprocha al Libertador. El libertar legará su sable corvo a Rosas en cláusula testamentaria.
Rosas: el punto de apoyo.
Durante la agresión anglo-francesa, el mismo Sarmiento incentiva desde la prensa al gobierno chileno para que ocupe la región de Magallanes, que finalmente se produce. No pudiendo abrir otro frente de conflicto, la Confederación pierde así esa región que le pertenecía.
"He contribuido con mis escritos –dice Sarmiento en la prensa- aconsejando con tesón al gobierno chileno a dar aquel paso... El gobierno argentino, engañado por una falsa gloria, provoca una cuestión ociosa que no merece cambiar dos notas, Para Buenos Aires tal posesión es inútil. Magallanes pertenece a Chile y quizá toda la Patagonia... No se me ocurre después de mis demostraciones, como se atreve el gobierno de Buenos Aires a sostener ni mentar siquiera sus derechos. Ni sombra ni pretexto de controversia les queda". (El Progreso 11 al 28 de Nov. 1842 y La Crónica 11/3 y 4/8/1849).
"Es una guerra desértica, frígida e inútil. No vale la pena gastar un barril de pólvora en su defensa. ¿Por qué obstinarse en llevar adelante una ocupación nominal?" (El Nacional, 19/7/1878)
Pese a todas las intrigas, traiciones, agresiones internas y externas, Rosas mantiene la unidad de todas las provincias, que se habían confederado a partir del pacto de 1831, delegando en Rosas la representación de las Relaciones Exteriores.
Raúl Scalabrini Ortiz en 1940 describe la actitud de Rosas en el siguiente párrafo: “Rosas usa los mismos métodos británicos: soborna, corrompe, atrae, ultima y extingue, en una política incansablemente dirigida a la unidad, a la fuerza y al bienestar de la Nación. Rosas tiene enfrente al político británico quizá más diestro y más cínico. Tiene enfrente a lord Palmerston. Pero todo lo que imagina, planea y arguye Palmerston es anulado y contrarrestado por Rosas. Por eso, este hombre que reunió lo que había disgregado la diplomacia británica; que procuró reaglutinar los fragmentos dispersos del viejo Virreynato, que desunidos eran presa fácil para la diplomacia británica; este hombre, a quien jamás la diplomacia británica pudo vencer ni doblegar, en la historia oficial, que enaltece solamente a los agentes británicos disfrazados de gobernadores y presidentes argentinos, pasa como un tirano sanguinario y egoísta. La reconstrucción de la historia documental de las luchas francas y de las luchas encubiertas e invisibles que Rosas debió sostener con la diplomacia británica para defender al país, será uno de los puntos de apoyo más firme para toda acción futura, cualquiera sea la opinión que se tenga sobre su conducta y su política interna.”
El Imperio continuó constantemente con su ingerencia en la Banda Oriental, incluida las famosas “californias”, verdaderos ejércitos armados por los ganaderos brasileros que “cuatrereaban” hacienda a través de la frontera, pese a los reclamos uruguayos que no se contestaban. Brasil era un estado esclavista que basaba su economía en la mano de obra de cuatro millones de esclavos. Rosas era un mal ejemplo para el pueblo brasilero. A las intrigas de la diplomacia imperial Rosas respondía apoyando las propias disidencias dentro del imperio. Los “republicanos” veían con buenos ojos la política de Rosas, y hasta pedían su apoyo para segregar el estado de Río Grande para unirse a la Confederación Argentina.
Rosas usaba las mismas armas que la diplomacia brasilera, y hacia 1850, sin mover un hombre, Rosas tenía todas las de ganar contra el Imperio. Para Brasil era una cuestión de vida o muerte: “Rosas o el Imperio”. La inminente guerra estaba ganada de antemano hasta que un hecho increíble vino a suceder: en vísperas de la guerra, el jefe del Ejército de Vanguardia, Urquiza, se pasa al enemigo con todos sus hombres, armas y bagajes. Ni los propios brasileros podían creerlo: Fue tan alevosa al traición, que Pontes se pregunta: “¿Pero obrará Urquiza de buena fe”?…no será una comedia entre él y Rosas? …!!! El general de los ejércitos de la Confederación…!!!
La yunta.
Tras la caída de Rosas en Caseros, Urquiza concede a Brasil la buscada libre navegación de la cuenca del Plata y promete afianzar el reconocimiento de la independencia paraguaya. Pronto la Confederación se divide en dos: por un lado la Provincia de Buenos Aires con los porteños alineados tras el liberalismo mitrista, y por otro lado las provincias del interior alineadas bajo la figura de Urquiza, que aún conservaba el prestigio de federal, sobre todo en su provincia, Entre Ríos.
Tras las batallas Cepeda (1859) y Pavón (1861), mientras Urquiza se mantiene en su feudo de San José, el mitrismo con el propio Mitre y Sarmiento a la cabeza, se dedican a destruir sistemáticamente todo el federalismo de las provincias del interior, que inútilmente esperarían la reacción de Urquiza. Con el ejército nacional harían una verdadera política de terrorismo de estado, de guerra de policía contra toda resistencia a la hegemonía porteña.
El mitrismo no se contentó con reemplazar y aplastar los gobiernos provinciales sino que se dedicó a exterminar sistemáticamente a opositores políticos, sospechosos y hasta a los pobres gauchos: "Hemos jurado con Sarmiento que ni uno solo ha de quedar vivo" (Mitre en 1852).
En 1856, en los campos de Villamayor, Mitre hace fusilar al ilustre general del ejército Jerónimo Costa y todo su estado mayor, oficiales y suboficiales, en número de 126, que se habían rendido. Y después dice representar la “civilización”.
“Todos los individuos que tomaran las armas o hayan tomado parte en la ejecución de atentados cometidos por los revolucionarios de Mendoza…y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores a la patria, y sometidos por la fuerza a la justicia nacional para ser juzgados como tales con toda severidad de las leyes”.
Pero Mitre ni siquiera se conforma con esta ley, y lejos de cumplirla, nombra a Sarmiento director de la guerra y le dice:“quiero hacer una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones que amenaza a todos los vecinos y donde no hay gobierno que haga la policía. Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo”.
Talvez para no comprometerse, no se lo dice directamente, se lo insinúa, pero el loco Sarmiento, que además de buen entendedor siente un odio visceral hacia “la chusma”, no necesita mucho para embalarse y comienza una masacre salvaje contra el gauchaje de las provincias.
Siendo Sarmiento director de la guerra y gobernador de San Juan declara la intervención de las provincias vecinas. Como no tenía atribuciones para eso, recibe la queja del ministro Rawson y Sarmiento le contesta al presidente Mitre: “Todo lo que nos divide es que yo he sido siempre hombre de gobierno y usted no. Ni quiere, ni acaso pueda serlo”
Sarmiento declara el estado de sitio en las provincias vecinas y se dedica a confiscar bienes y exterminar opositores y a los que supone cómplices de los federales. Como Mitre trata de pararlo Sarmiento dice: “Yo mandé a ejecutar Bouna (estanciero de tradición federal), el gobernador de Mendoza por mi orden ha hecho ejecutar la sentencia a un Fonsalida(también estanciero), Sandes (uruguayo al servicio del ejército de línea) ejecutó a Minuel (un paisano) en las Lagunas”.
Amparado en el estado de sitio manda a matar por abigeato a un pobre paisano “a la pena ordinaria de muerte que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadáver y puesta su cabeza y cuartos en los diversos caminos públicos” (J. Victorica) y se jacta ante Mitre “Es de admirar la pasión con que la chusma ha entrado en el movimiento, fusilaré media docena de pícaros”
Pablo Irrazábal, uruguayo al servicio del ejército de línea argentino, toma a siete paisanos partidarios del Chacho Peñaloza, retirado de la lucha, “y acto seguido se les tomó declaración” en el “cepo colombiano”, que consiste en poner al hombre en cuclillas y con un fusil al hombro atarlo con cuero mojado hasta que muere descoyuntado. Seis mueren en el tormento y el séptimo revela el paradero del Chacho, retirado de la lucha en casa de una familia. La partida del mayor Ricardo Vera lo sorprende desayunando con la familia: “¿Quien es el bandido del Chacho?”, preguntan. “Yo soy el general Peñaloza, pero no soy un bandido”, y entrega su cuchillo.
Peñaloza tenía el grado de General otorgado por Urquiza. Sin mediar palabra Irrazábal toma una lanza y la clava en el vientre del Chacho que se entregaba desarmado en presencia de la familia y la hijastra menor. Le saca una oreja y se la manda de regalo a Natal Luna, de La Rioja, le corta la cabeza y la pone en una pica en la plaza de Olta. Sarmiento premia a Irrazábal y a Vera con un ascenso.
Es tan alevosa la muerte que en Buenos Aires se levanta una protesta por la forma, pero “el loco” Sarmiento, descontrolado, refiriéndose a la muerte del Chacho le escribe a Mitre: “he aplaudido la medida precisamente por su forma” ya que “es legal matar a lanza y cuchillo” y “sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, no se habrían quietado las chusmas en seis meses” (Sarmiento. Carta a Mitre, 18.11.1862.)
Doña Victorica Romero de Peñaloza es llevada encadenada a San Juan y obligada a barrer la plaza. Luego serían confiscados todos sus bienes. "Necesitamos entrar por la fuerza en la nación, la guerra si es necesario" (Sarmieinto, año 1861). "Los sublevados serán todos ahorcados, oficiales y soldados, en cualquier numero que sean" (año 1868). "Es preciso emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben emplearse sin vacilación alguna, imitando a los jacobinos de la época de Robespierre"… "A los que no reconozcan a Paz debiera mandarlos ahorcar y no fusilar o degollar. Este es el medio de imponer en los ánimos mayor idea de la autoridad" (Sarmiento, año 1865).
El prestigioso caudillo sanjuanino Nazario Benavídez fue gobernador de San Juan. Por ley de 1855 no podía ser reelecto y apoyó la candidatura de Manuel José Gómez, respetado vecino, quedando él con la comandancia del ejército. Su ministro liberal Saturnino Laspiur, apoyado a través de Sarmiento por los liberales de Buenos Aires, derroca al gobernador Gómez y encarcela a Benavidez. “La Tribuna” y “El Nacional”, redactado por Sarmiento, instigan la eliminación del “tirano” y simulando una fuga es asesinado en la cárcel.
La crónica de Victorica da cuenta que “El general Benavídez, medio muerto fue enseguida arrastrado con sus grillos y casi desnudo precipitado desde los altos del Cabildo a la balaustrada de la plaza donde algunos oficiales se complacieron en teñir sus espadas con su sangre atravesando repetidas veces el cadáver, profanándolo, hasta escupirle y pisotearlo”. Sarmiento dirá “es acción santa sobre un notorio malvado. !Dios sea loado" (El Nacional, 23/10/1858).
"Córteles la cabeza y déjelas de muestra en el camino" (Sarmiento. Carta a Arredondo, 12/4/1873). "Si el coronel Sandes mata gente (en las provincias) cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición (esos provincianos que defienden sus autonomías) que no sé que se obtenga nada con tratarlos mejor" (Informe de Sarmiento a Mitre, 1863) El fusilamiento en masa de un batallón correntino: "brillante conducta". A los sublevados entrerrianos en 1868, "Proceda a diezmarlos, pasando por las armas a los que le toque en suerte". El degüello de Santa Coloma: "acto de que gusté" (año 1852). Asesinato del gobernador Virasoro que él instigó desde Buenos Aires: "San Juan tenia derecho a deshacerse de su tirano" (año 1860). Aprobó Sarmiento el asesinato en masa en Villamayor el 2 de febrero de 1856 y como presidente ofreció $100.000 por la cabeza de López Jordán y entre las cabezas valuadas a 1.000 patacones estaba la de José Hernández, que acababa de publicar el Martín Fierro.
"Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas". (Carta de Sarmiento a Mitre del 24 de Septiembre 1861)
La santa revolución.
Mitre y Sarmiento utilizan en la matanza a un grupo de orientales: Sandes, Arredondo, Wenceslao Paunero, Rivas, Conesa y Venancio Flores, que ganó el mote de “degollador de Cañada de Gomez” donde hizo pasar por las armas a cuatrocientos vencidos, entre oficiales, suboficiales y soldados. Y esta matanza no era el producto del desborde o “excesos” de una horda de delincuentes, sino parte de un plan dirigido a “uniformar el interior”, como lo demuestran los partes de batalla, como el de Sandes después de Aguaditas (11 de marzo de 1862) donde dice “Entre los prisioneros se encuentran el sargento Cicerón Quiroga, capitán don Policarpo Lucero, ayudante mayor don Carmelo Rojas, Tenientes don Ambrosio Medina, don Ignacio Bilbao, don Juan N. Vallejo y alférez don Ramón Gutiérrez y don Juan de Dios Videla. Todos ellos han sido pasados por las armas, según orden de V.E.”
Tratando de disimular lo evidente, Mitre le dice a Urquiza: “Aunque yo ni ninguno de los míos haya promovido ni aprobado de antemano la revolución de San Juan…yo me hago un deber en proclamar justa y santa esa revolución”,
Pero Sarmiento lo deschaba en el Senado de la Nación: “En el caso de Virasoro, y debo explicarlo con justicia a mis compatriotas, estaba mezclado todo el partido liberal”. Se refería Sarmiento al depuesto gobernador de San Juan, asesinado con su hijo en brazos. El partido liberal eran los descendientes de Rivadavia, “el partido de los principios, de las luces, de la gente decente”.
A esto llamó Mitre “Expedición pacificadora del ejército de Buenos Aires” y declarará alborozado en la Legislatura: “La mayoría de las provincias hermanas han uniformado su política con la de Buenos Aires”.
Elizalde, Ministro de R.E. de Mitre, opinará sobre Venancio Flores ante Lamas:”El general Flores había prestado a la República los servicios más distinguidos que le colocaban en la altura del más notable de sus conciudadanos (…) y rodearlo de las consideraciones que la República le debía y que el Gobierno se habría honrado en tributarle” (Elizalde a Lamas. 13 de mayo de 1863) (García Mellid Atilio. Proceso a los falsificadores de la guerra del Paraguay. t1.p.470).
El interior estaba “pacificado” y Urquiza “retenido” en su palacio de San José.
Fuentes:
- Castagnino Leonardo.
Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- La Gazeta Federal:
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