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Historia de la Ensenada - Conferencia Esteverena


La Ensenada de Barragán
Conferencia brindada por el Contraalmirante Rolando O. Esteverena
en el Club Náutico Ensenada el 22 de Mayo de 1954

"Los mejores y más dulces instantes de mi vida, después de los de mi infancia, los pasé en una quinta a orillas del Río Santiago, en el pueblo de Ensenada. Bajo la sombra de los eucaliptus, en los montes de tala, espinillos y ceibos en flor, mi espíritu divisó nuevos horizontes y quizás en las horas de meditación, las energías casi agotadas por un pesimismo prematuro, renacieron vigorosas, impulsándome en el camino del estudio, que emprendí otra vez, como el viajero que después de extraviarse halla la senda anhelada. Allí escucharon mis oídos viejas tradiciones y hombres venerables que me mostraron ruinas, huellas, rastros, de siglos fenecidos. Hallé borrados por el tiempo, vestigios de una larga existencia extinguida, la que poco a poco fue revelándose a mi mente en su verdadera magnitud."

Así prologa la tesis que presentó en 1919 Manuel María Oliver para optar al doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, tesis que lleva el título "La Ensenada de Barragán", idéntico al que me propusiera para mi conversación de hoy el señor Presidente del Club cuyas jubilosas Bodas de Plata festejamos.
Recuerdo que cuando yo llegaba por primera vez a la Ensenada, de esto hace más de treinta años, sentí también el embrujo telúrico y la cordialidad de su paisaje, acaecimiento que abona la emoción de la evocación que haré, pero no así la calidad de la disertación, pero como hablamos de un mismo sentimiento, nuestra secular Ensenada, perdonaréis torpeza en la expresión ya que es amor la intención.

La Ensenada de Barragán, cuyo nombre por prioridad en su descubrimiento, se pronunció antes que el de Buenos Aires, apasionó por la grandeza de su destino desde la época de la Colonia, y Zavala, Loreto, Arredondo, Manuel Belgrano, Avilés, Mariano Moreno, Álvarez Thomas, Pueyrredón, Rivadavia, Las Heras, Alberdi y Pellegrini, entre otros, bregaron por su gloria.

Todos los gobernantes de valía del país durante los siglos XVII y XVIII lo habían indicado como el puerto que había en el Río de la Plata. Dichos augurios determinaron que Dardo Rocha se dirigiera a las lomas de Ensenada, las tierras de su elección, cuando hubo de fundar la ciudad de La Plata - hoy "Eva Perón".

La Ensenada de Barragán, madre así de la ciudad Capital del primer Estado Argentino, pues esta nació en su seno, al fundarse aquélla tenía ya una historia secular. Comienza la misma en 1520 cuando el viaje de Magallanes la nave "Trinidad" explora el Río de la Plata hacia el sudeste y descubre la caleta de la Ensenada. Esta fecha marca su entrada en la historia, pero la primer denominación asignación de estas tierras suceden en 1580 cuando Juan de Garay realiza la distribución de lotes para chacras y estancias en los alrededores de Buenos Aires y entre ellas asigna las tierras del "Valle de Santa Ana", que poco después se denominara Pago de la Magdalena, y que comprendía lo que hoy conocemos por el partido de ese nombre y el de la Ensenada.

En 1629 se instalaban los Barragán en la zona pues Bartolomé López, que fue Alférez Real del Cabildo de Buenos Aires, vende en ese año a Antonio Gutiérrez Barragán, hijo del alcalde de Buenos Aires, parte de las tierras que le hizo merced el Gobernador Hernandarias de Saavedra en 1618 como premio de los servicios prestados a la corona.

Antonio Barragán inició la colonización de la zona estableciendo aquí una estancia que por muchos años conservaron sus descendientes y que dio el nombre original a estos parajes designados comúnmente con el nombre de "Estancia de Barragán", y para los marinos que recalaban en sus costas con el de "Ensenada de Barragán" pues, como es lógico, asociaban el nombre del accidente costero al de mayor nombradía en la ribera.

El primer reconocimiento formal de la Ensenada, camino del río, ocurre en 1727, cuando el piloto práctico del Río de la Plata Juan Antonio Guerrero entra con su buque al abrigo de la Ensenada, recorriendo los canales Santiago y El Zanjón. En 1730, el Gobernador Bruno Mauricio de Zabala da cuenta del citado reconocimiento a su Rey y canta los primeros aleluyas a la bondad portuaria de esa zona, entre otras con las siguientes palabras: "Con este descubrimiento que lo ha sido al cabo de tantos años, que se ha navegado por este río, pasé a la Ensenada, donde experimenté, y reconocí los días que me detuve en ella, las ventajas de aquél paraje para invernar y carenar los navíos". Zabala bautiza la Ensenada con el nombre de "San Martín y San Bruno" que no prosperan, quedando para siempre el de "Barragán".

Barragán muere dejando numerosos descendientes que se afincan en la zona, los que poseen numeroso ganado en la estrecha franja - 200 metros - de tierra apta con agua y pasto que corría a lo largo de la costa, y su estrella recién se pone en 1747 cuando Pablo Barragán, nieto del primitivo poblador, remata en pública subasta su estancia. Los reemplazan los López Osornio de quien descendía Juan Manuel de Rosas.
Los Barragán, sin embargo, señores de esta zona del Plata, llenan una centuria en la historia del pasado.

El nuevo puerto que había reconocido Zabala exigía su fortificación y éste ya había pensado en ello pues en la comunicación precitada al Rey decía: "Que con la distinción y calidades y circunstancias de esa nueva ensenada puede estar bien defendida con una sola batería construida a la entrada de ella, por donde los navíos es forzoso se acerquen a tierra y que así sin recelos de que experimenten insultos podrán estar con toda comodidad siendo españoles".

A partir de 1731 el fuerte recientemente construido constituye el centro de gravedad del futuro pueblo. Dicho fuerte estaba circundado por una muralla de adobes cocidos y en sus esquinas se levantaban las garitas para protección de los centinelas de guardia, algunas de las cuales aún se conservan en las históricas ruinas.

El primer antecedente bélico del fuerte se remonta a la invasión portuguesa al Río de la Plata pues desde él Zabala hace respetar los artículos del Tratado de Utrecht relativos al contrabando sobre el litoral sudamericano como se puede leer actualmente en el mármol fijado en la pirámide levantada en la entrada del antiguo reducto.

El fuerte cierra su primer ciclo en 1789 en que sus muros sufren un gran derrumbe debido a una creciente del río pero como - son palabras del Marqués de Loreto - "es menester mantener en la Ensenada de Barragán, cuando pueda establecerse con el abrigo y resguardo suficiente, que será cuando se hagan de nuevo las obras que se llevó el río, en paraje libre de ese peligro con las precauciones necesarias" se reconstruyó por su orden, obra que se terminó en 1800 y es desde tal fecha en que está emplazado donde hoy pueden venerarse sus ruinas.

Lógicamente que las variaciones de la fisonomía de la zona lo muestran tierra adentro pero en la época de su construcción su emplazamiento permitía que su artillería dominase el canal de entrada. Al mantenerse en el fuerte una guardia militar se dieron las bases para el nacimiento del pueblo a cuya prosperidad inicial van a contribuir los incipientes mataderos que abastecían a los buques que hacían la travesía de Buenos Aires a Cádiz. A su vera habrían de afincarse los primeros pobladores de la zona y surgir los primeros negocios cuyo incremento dependería de la importancia que tomase el fuerte.

A mediados de 1700 el auspicioso reconocimiento del tenedero, la subdivisión de tierras y las primeras edificaciones que efectúan los López Osornio dan a la Ensenada su primer bosquejo pueblerino. Más allá las tierras realengas como portal de la pampa salvaje.

Comienza en esta época el reinado de los López Osornio - más breve que el de sus antecesores los Barragán. Francisco López Osornio construye en 1750 la primera capilla que más tarde lega su nieta, Doña Cipriana Sosa, la que regaló una Virgen de las Mercedes patrona desde entonces de la Ensenada cuya imagen se conservó en el templo local hasta ser reemplazada por la actual.

Desde mediados de 1700 hasta 1800 el dominio de los López Osornio disminuye en beneficio de una mayor subdivisión en chacras y estancias. Nace en esta época - 1798 - la industria de la carne en forma primitiva de matadero y salazón. Uno sobre el Zanjón y otro sobre el arroyo Piloto. El tráfico de esclavos negros, las tahonas, el amasijo de pan, la manufactura de velas de sebo, van activando la vida pueblerina que respira por su reciente puerto.

A fines del siglo XVIII los hombres de 1810 empiezan a mostrar sus inquietudes por el engrandecimiento de Ensenada, y así Manuel Belgrano propone al Real Consulado medidas que muestran su inquietud por el progreso de este pueblo. Citaremos un párrafo del proyecto que él redacta - 1792 - y que logra ser sancionado:
"2º - Al individuo que en toda forma hiciese constar haber establecido una huerta y monte de árboles útiles en el puerto de la Ensenada de Barragán se le asignarán cincuenta pesos. Será preferido el que hiciese constar haber plantado mayor número de árboles y haber cultivado más hortalizas."

Vamos a cerrar esta evocación cronológica de los acontecimientos del siglo XVIII con los dos problemas dominantes de esta época con respecto a la Ensenada: uno su habilitación como puerto y el otro, secuela del primero, su seguridad como tal ante el ataque enemigo. Los dos, como es lógico, nacen juntos a la preocupación de los gobernantes, y tienen su origen en la nota al Rey del Gobernador Zabala que ya hemos citado.

Los gobernantes buscaban ansiosos el puerto que reemplazase al de Buenos Aires, que no era solución portuaria, sin abrigo, sin reparos, expuesto a las sudestadas y lleno de bancos, bajíos y canales que dificultaban su acceso. Agréguese a ello el desplayado que encarecía la descarga de los buques por el uso de barcas y lanchones. No había duda que Ensenada superaba en mucho las condiciones naturales del único puerto - Buenos Aires - habilitado de la margen occidental del Río de la Plata. Por otra parte, la rada abierta era propicia a las incursiones de piratas y contrabandistas, y en cuanto a la Ensenada, su defensa era un problema igualmente más sencillo. Todo señalaba la conveniencia de habilitar dicho puerto.

En cuanto a los puertos de la banda oriental como auxiliares del de Buenos Aires, Montevideo se desechaba por su distancia y encarecimiento del flete, la Colonia estaba en poder de los portugueses y Maldonado no ofrecía ventajas comparables con las que brindaba Ensenada. Todo señalaba que Ensenada debía ser incorporado a Buenos Aires como un organismo de su propia vitalidad.

Recién al nacer el siglo XIX se cristalizan las inquietudes del anterior y el 2 de enero de 1801 por decreto de Avilés se permite el arribo de los buques de comercio al puerto de Ensenada. Lo conceptúa como auxiliar del de Buenos Aires y así elude la venia real, condición necesaria para habilitar un nuevo puerto. Precipitó este decreto una fuerte sudestada que azotó Buenos Aires en diciembre de 1800 destruyendo y llegando sus aguas hasta la Plaza Victoria. El temporal echó a pique veinte buques de ultramar que se encontraban en la rada. Y este acontecimiento hizo que el comercio pidiese a la Junta la habilitación del puerto de Ensenada.

En el mismo decreto que hemos mencionado se dispone la fundación del pueblo, comisionando al Ingeniero Don Pedro Cerviño para que pasando al puerto de Ensenada - son las siguientes palabras textuales del decreto - "Haga prolijo reconocimiento del terreno donde debe situarse el nuevo pueblo señalando el lugar más aparente para plaza - iglesia y casas capitulares, que sucesivamente delinee las calles del pueblo" y sigue así la parte dispositiva del decreto dando el ancho de las calles, veredas, señalando la extensión de las cuadras o manzanas y exigiendo finalmente la presentación de un plano del nuevo pueblo.

Como consecuencia inmediata de la habilitación de un nuevo puerto de las ventajosas características del de Ensenada, se fortaleció el fisco virreinal pues, hasta el día del decreto del Marqués de Avilés, el contrabando con asiento en la Colonia y los comerciantes de Montevideo y Maldonado atrayendo las flotas a sus puertos tenían bajo su control el comercio en el Río de la Plata.

La habilitación del Puerto de Ensenada trajo una enconada polémica sobre las bondades relativas de los puertos de Ensenada y Montevideo que llegaron a reflejarse en las crónicas periodísticas del "Telégrafo Mercantil", periódico de la época.

Ensenada es la primera puerta abierta al monopolio del comercio del Plata y junto a su puerto se alza la naciente población con 1.000 habitantes en su planta urbana, según datos de 1802.

La figura descollante del pueblo es ahora Don Pedro Duval, quien lucha como miembro del Real Consulado junto a Belgrano para la habilitación del puerto, y logrado esto llena con sus buques las dársenas naturales de la ensenada. Queda de esta época en los recuerdos tradicionales de Ensenada el de la "Casa Grande", como se la llamó popularmente, y que levantara Duval como materialización de su riqueza. Estaba ubicada donde 80 años después estuvo la quinta de la familia Richardson.

Los Barragán, los López Osornio, y ahora - comienzos del siglo XIX - Duval, marcan etapas en la vida de Ensenada, y cito a este último pues al fallecer en 1818 sus escasos bienes pasaron a sus acreedores y con esto termina la obra de este propulsor de Ensenada.

La obra de la naturaleza que señala a Ensenada como el mejor puerto natural del Plata, cuyas bondades elogian los gobernantes desde los principios del siglo XVIII, parece - caso paradojal - destinada a empequeñecerse y desaparecer en medio de esporádicos destellos.

El Virrey del Pino, sucesor del Marqués de Avilés, no se preocupa por hacer cumplir el decreto de 1801, y Montevideo vuelve por sus bienes perdidos. Ensenada decae hacia 1805, sólo quedan los saladeros, las baterías y el pequeño muelle de atraque al Zanjón.

En 1806 y 1807, Ensenada es testigo de las dos invasiones inglesas. Durante la primera -1806 - era Jefe del fuerte el Capitán de Navío Don Santiago de Liniers, quien según la tradición concurría con sus soldados, en brillante uniforme, a oír misa los días domingos. Todos conocéis los hechos de las Invasiones Inglesas. Sólo me cabe agregar que aquellos cañonazos del fuerte - que aún existe y vosotros conocéis - fueron el despertar de la resistencia del pueblo de Buenos Aires a la primera Invasión Inglesa. Al año siguiente, en la Segunda Invasión, abandonado el fuerte por los patriotas por haberse trasladado las baterías que lo fortificaban a la Banda Oriental, los ingleses se apoderaron de él, instalando un hospital.

El Ministerio de Marina ejerce la custodia del fuerte, verdadera reliquia histórica que es la condecoración que ha dejado a la Ensenada de hoy la Ensenada de los virreyes. Yo os invito, en nombre de la Marina, si no los habéis hecho, a visitarlo. Pasead por él e imaginad la Ensenada de fines del siglo XIX vista desde el fuerte. El Río de la Plata bañando sus muros; más allá el Monte Santiago, abarrotado de durazneros, talas, sauces y ceibos. Hacia el norte, saliendo del monte, se ve cruzar una manada de ciervos huyendo del tigre que en la maleza acecha. Más allá, hacia el sur, tras las chozas del mezquino pueblo, las pampas donde el indio anida. En las aguas próximas a la extremidad del Monte Santiago, una fragata parece prolongar el paisaje en la quietud que le da el fondeo, mientras en el fuerte un soldado corta el silencio del paisaje y de los hombres con un canto en la dulce lengua gallega, que lo aprendiera en la aldea nativa que hoy añora en su lejano destierro. El resto, estatismo del paisaje sin vida, avanzada del desierto sobre un río de donde va a aspirar la vida que le llega, camino del mar. El pueblo de la Ensenada es lo único que, aferrado a la esperanza de su puerto y adosado a su fuerte, pone una nota de civilización en la zona, mientras el mirador de la "Casa Grande" de Duval sugiere un destino de gran ciudad colonial.

Debo agregar aquí que el mal era general para el Virreinato del Río de la Plata; había un solo puerto, el de Montevideo, quedando Buenos Aires relegado a la condición secundaria de puerto de tránsito. La libertad de comercio, aspiración de los hombres de Mayo, era el oxígeno necesario para reavivar la economía del Virreinato.

Llegamos a 1810, y Belgrano, que en ese entonces era Secretario del Real Consulado, inicia su prédica de abrir las puertas del comercio, y lógicamente se singulariza su afán con el puerto de Ensenada, por cuanto sus condiciones naturales permitían su reactivación de inmediato, e incita, desde el "Correo de Comercio", a los comerciantes más ricos a establecerse en la Ensenada.

Belgrano no está solo pues lo apoya Moreno, quien ya en 1801, en un manuscrito titulado "Nuevo aspecto del comercio del Río de la Plata" había dicho: "En otras manos que las españolas será a esta horas la Ensenada una ciudad de comerciantes de cuarenta a cincuenta mil almas. Otro gobierno tan ignorante como lo es el de España para con sus colonias podrá no haber fomentado este puerto del Río de la Plata hasta el grado de elevación a que sus ventajas naturales lo destinan, pero ninguno habrá sido capaz de inhabilitarlo para el comercio. Éste es, sin embargo, el estado al que se halla reducido."

A partir de 1810 en que la Junta de Buenos Aires gobierna, brisas favorables soplan para el puerto de Ensenada y traen hasta sus márgenes el grito de "comercio libre" de Mariano Moreno, y en esos momentos sólo podría traducirse por "hacer de Ensenada el puerto de liberación", ya que no podía pensarse en Buenos Aires, obstaculizado por bajíos y lleno de peligros.

Esta necesidad tiene otro sentido a partir del 25 de mayo de 1810 pues Montevideo en manos enemigas ahogaría la liberación, y así el 29 de mayo - vale decir a cuatro días del glorioso 25 - nótese la preocupación de la Junta por este problema - resuelve declarar puerto franco a la Ensenada.

Debemos agregar que a la Junta le interesaba igualmente afincar poblaciones, y en tal sentido y con referencia específica a la Ensenada, su preocupación está reflejada en el decreto del 24 de octubre de 1810 en el que se lee: "El fomento de la población de Ensenada que la Junta ha resuelto sostener a toda costa, excitará la codicia de algunas personas que en semejantes condiciones compran terrenos dilatados por interés de la reventa o para establecer grandes posesiones, que quitan a los pobladores la esperanza de ser algún día propietario...". Y el decreto, en su parte digamos "dispositiva", señala que la venta de terrenos no puede pasar de una manzana, y fija otras medidas destinadas a evitar la especulación por un lado y el fomento edilicio - debía comenzarse a edificar a los dos meses de comprado el terreno - por el otro.

No he de cansar al auditorio con la cita de los decretos y disposiciones de la Junta con que trata de asegurar el adelanto del puerto y de la población de Ensenada, pero los dos decretos mencionados, más la visita de Mariano Moreno, muestran que el mejor destino de Ensenada fue una de las primeras preocupaciones de los hombres de la revolución de Mayo. Cabe agregar que es de Mariano Moreno igualmente la iniciativa de fortificar el puerto y hacer de él apostadero permanente de la flotilla de la Junta. La hoy Base Naval Río Santiago - preocupación de los hombres del 90 - de haberse sostenido las ideas de Moreno, remontaría su historia a los años de nuestra emancipación.

Mariano Moreno en voluntario ostracismo sale del Puerto de Buenos Aires el 24 de enero de 1811 para el de Ensenada, quedando allí un día y visitando otra vez su puerto. Al alejarse definitivamente del suelo patrio, los ceibos, talas y sauces del Monte Santiago, con el agitar de sus ramas al viento le dieron a modo de gigantescos pañuelos la cordial y última despedida.

Retomando la historia en sí de Ensenada, diremos que en ella se refleja con sus altibajos el destino de la patria toda, y a través de su historia vemos que ella nace, crece, vegeta, revive con los acontecimientos históricos de cada época, los que a su vez son producto de situaciones políticas, económicas y sociales que van condicionando las etapas que abarca desde el Virreynato hasta fines del siglo XIX. Y es por ello que el puerto de Ensenada, sueño de los hombres de la Primera Junta, no llega a cristalizar pues los sucesos posteriores llevan a segundo término las preocupaciones portuarias, absorbidos los gobiernos por los problemas de nuestra independencia, y así Ensenada cae nuevamente en el abandono antes de que las disposiciones del gobierno de 1810 cumpliesen su objetivo, y así su aspecto en 1815 no difiere mucho del que tenía en 1810, ni en su presente ni en su porvenir.

En 1815 el Director Álvarez Thomas, a pedido de los vecinos del pueblo, pone nuevamente en vigor el decreto de la Junta que hemos mencionado, y así comienza, a raíz de esto, a reactivarse el puerto y por ende el pueblo que de él se nutre.

Pero como ya hemos apuntado anteriormente, Ensenada oscila con la vida nacional, y a partir de 1815 las preocupaciones gubernamentales están enfocadas a la solución del doble problema de la lucha por la independencia en lo externo y la de salvar al país de la anarquía de lo interno. El pueblo queda despoblado y cae en la inacción. Sólo la figura de Cornelio Saavedra - año 1817 - paseando su figura de confinado por las calles del pueblo, trae para los vecinos un motivo de curiosidad y de charla que le niega su Ensenada casi desierta.

Salvada la crisis anárquica de 1820, Ensenada va a volver por sus fueros, y es en 1822 cuando Bernardino Rivadavia recoge las inquietudes de Belgrano y de Moreno, y como este último, su preocupación de gobernante lo lleva a visitarla con detenimiento, y como resultado de la misma visita resuelve que Ensenada sea el puerto principal, y esta vez sobre estudios serios, efectuados por técnicos de reconocida capacidad, se va a construir el gran puerto del Río de la Plata.

Resurge nuevamente la fe en sus habitantes, pero los agitados tiempos que se viven hace que no cristalice el proyecto de Rivadavia. Una sola obra ha quedado hasta nuestros días, y es el llamado comúnmente "Camino Blanco", oficialmente Avenida Rivadavia, que une Tolosa con Ensenada. La obra fue ejecutada por los prisioneros brasileños traídos por el ejército de Alvear.

Puede decirse que concluye con Rivadavia el tesonero empeño de los gobernantes de crear el puerto. Pasado el gobierno de Rosas, es declarada cabeza de partido el 17 de febrero de 1856, fecha en que queda constituida la municipalidad.

En 1872 se inaugura el ferrocarril que la une con Barracas, lo que la hace progresar por sus facilidades de comunicación con la capital de la República. En 1882, la Legislatura de Buenos Aires decreta la fundación en sus dominios de la ciudad capital de la Provincia y el ciclo histórico que comienza para Ensenada en 1520 se cierra definitivamente cuando los fundadores de la Capital de Primer Estado Argentino construyen el puerto de la Provincia de Buenos Aires, que se inaugura el 30 de marzo de 1890. Es el puerto más poderoso que tiene la República pues recién en 1897 se inaugura la totalidad de las obras que constituyen el puerto Madero. En 1905 el puerto de La Plata - hoy Eva Perón - se traspasa a la Nación.

Y así termina la historia de Ensenada que como puerto natural era mucho mejor que el de Buenos Aires, sin embargo, caso curioso, nunca coronó su destino a pesar de sus bondades. El único puerto natural de la actual provincia de Buenos Aires, reconocido inicialmente en el año 1730 por Zabala y posteriormente por Belgrano, Mariano Moreno, Rivadavia, Las Heras, Pellegrini y otros, no llegaría a ser el primer puerto del Río de la Plata.

La Ensenada de Barragán que se extiende entre Punta Lara y Punta Santiago, prácticamente cerrando su desembocadura al Río Santiago, es hoy un accidente sin mayor importancia en la fisonomía geográfica del Río de la Plata. Sin embargo, ella determinó por requerimientos políticos, económicos y geográficos el emplazamiento de la ciudad capital del Primer Estado Argentino, que en ese entonces extendía sus límites hasta el Cabo de Hornos. Las lomas de Ensenada satisfacían los citados requerimientos pues, en lo político, la Ensenada ponía a disposición del Gobierno Provincial un puerto que le permitía retener para sí los impuestos aduaneros; en lo económico, no podía pensarse en un puerto alejado de las viejas corrientes comerciales; y en lo geográfico, el citado puerto de Ensenada contaba con todas las ventajas secularmente conocidas.

La ciudad capital requería su puerto y se construyó el puerto artificial ya sin conexión directa con la Ensenada de Barragán, ya que el canal de acceso se dragó al este de ésta, si bien las condiciones batimétricas de la desembocadura del citado canal responden a condiciones naturales.

Vosotros me habéis pedido que hable sobre vuestra Ensenada y yo os he hablado exclusivamente sobre la Ensenada de Barragán. Debo aclararos que la desembocadura del profundo Río Santiago - tal como se ve en las cartas de los siglos XVIII y XIX - en la Ensenada de Barragán convirtió a ésta en la rada obligada para el fondeo de las embarcaciones coloniales dando origen por influjo de su puerto, de la población original la que sigue sus fluctuaciones hasta que - la caída de Rivadavia puede marcar esta etapa - nuevos intereses nacidos de las facilidades de comunicaciones terrestres lo van ligando más a la tierra y alejándolo de su cuna, la Ensenada de Barragán. Las transformaciones naturales y artificiales - cierre de la desembocadura del río y construcción del puerto - le van restando fisonomía portuaria y su economía se va nutriendo de las industrias que se radican en la zona.

Pueblo hijo del río que le dio la vida, su población que concurre a los clubes náuticos ribereños recorre el mismo paisaje, en lo que no ha sido alterado por la mano del hombre, que allá en los siglos XVIII y XIX tal vez fuera el único que de nuestra tierra conocieron gran parte de los marinos extranjeros que nos visitaran y fondearan en la tranquila Ensenada. Tal vez su vista recorra con distinta emoción pero con igual ternura la última estampa que del patrio terruño llevase Moreno en sus pupilas al alejarse de su patria amada.

Y para vosotros pobladores todos de Ensenada debo deciros que si no ha sido posible la realización del ideal de Belgrano, Moreno, Rivadavia y otros grandes os cabe idealizar lo real por medio del trabajo fecundo y honesto de todos los días y hacer de Ensenada la ciudad que todos vislumbraron. Y así como el Quijote al sentirse morir dice a su fiel escudero Sancho Panza que lo anima con las esperanzas de nuevas y quiméricas hazañas, "en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño", dando así fin a sus sueños de gloria y reclamando en su cordura para sí el nombre, no ya de Don Quijote el de los locos sueños, sino el de Alonso Quijano el Bueno, yo pido así también para Ensenada cuyos quijotescos sueños portuarios ya no tienen razón, el título sencillo y noble de "Ensenada la Buena", la que soñando quijotescamente con todas las grandezas, termina sus aventuras cediendo parte de sus dominios para la creación de la ciudad Capital.

"Ensenada la Buena", como Don Quijote, no sueña ya con su puerto y sólo piensa en la mayor grandeza del Primer Estado Argentino, ya que la suya le será dada como consecuencia.

Y ésa será la real y mayor hazaña de la Ensenada de Barragán.

*** FIN ***

Trascripción del Prof. Daniel A. Galatro
virtualoyd@hotmail.com
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