El general Rozas fué el primer mandatario argentino que inició la unidad de la familia argentina, en una confederación de provincias. Antes de la iniciativa del tratado del litoral de 1831, cada estado pugnaba por su independencia. Las provincias del Río de la Plata se dislocaban, se desunían en diversidad de tendencias y ambiciones políticas. En este sentido, la condición social argentina hizo surgir la personalidad de Rozas como un símbolo, como una bandera necesaria como un estandarte incontrastable, cuyo propósito era secundar la acción emancipadora de Mayo.
Después del fracaso de las constituciones de 1819 y 1826 todo era un caos, hasta que con el llamado pacto federal, suscriben los gobernadores de provincia el compromiso de la unidad argentina. Este hecho fué de los más grandiosos después del grito de independencia, pues presentaba á la familia unida y compacta en un solo haz de aspiraciones y con una sola bandera desde el Plata hasta Jujuy, desde el Océano Atlántico hasta las nevadas crestas de los cíclopes andinos. El héroe de esta unidad, el paladín de esta victoria, el hábil político de esta difícil causa, fué Rozas, encargándose de proclamarlo así el pueblo de la nación, con el concurso de los próceres de Mayo que en aquel entonces vivían en Buenos Aires.
Ante este triunfo indiscutible del federalismo, el partido unitario comienza su trabajo de zapa, para recuperar sus perdidas posiciones, después de su exclusión lógica de los negocios de estado, á causa del levantamiento funesto de 1828.
El partido federal se dio cuenta al punto de que su enemigo se preparaba nuevamente á una lucha sin cuartel, á la lucha fraticida que tanta sangre costó. Claro está que Rozas con su partido, fuerte en la opinión nacional se dispuso a disputar palmo a palmo en todos los terrenos, y con todos los medios al elemento unitario. En aquellos días de desorganización y apasionamientos, los dos partidos querían exterminarse, para quedar el vencedor dueño de la escena.
Entonces las masas populares, los gobiernos, los principales hombres, la mayoría del pueblo, mejor dicho, inviste á Rozas con la Suma del Poder, pues le considera el único capaz, el único hombre de ese histórico instante para contrarrestar con éxito y para detener la avalancha, que si llega á la meta de sus aspiraciones hubiera sido desgarrada la nacionalidad argentina. Pero Rozas quiere salvar su responsabilidad ante la suma del poder, porque se da cuenta del peligro que entraña dicha facultad y pide “que los ciudadanos expresen su voto para que quede consignado el libre pensamiento de la opinión”. El plebiscito ratificó por completo las aspiraciones de la sociedad.
(1906)
Fuentes:
- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- Chavez, Fermín. La vuelta de Don Juan Manuel
- González, Demidio T.(*)
(*) Dermidio T. González. Correntino, radicado en Rosario. Casado con María Arnold, hija del coronel Prudencio Amold. Novelista y poeta, publicó Rosas primaverales y Palmas y bronces, 1905; Las flores de otoño e Iris, 1908; Martha, 1912; La Constancia, 1915; Un romance en Córdoba, 1917, y Cantos de pesadumbre, 1919. En 1894 había dado a conocer en Rosario el folleto Rosas i la posteridad y anteriormente, Recuerdos de la Revolución de Corrientes y La muerte de Dorrego. En 1906 publicó El Hombre, obra reivindicatoria de Rosas. Fue fundador del radicalismo santafesino.
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