VERSIÓN LIBRE BASADA EN UN REPORTAJE QUE LE REALIZARA DANIEL GALATRO
PARA SU PROGRAMA "CONOCIÉNDONOS" DE LA TV POR CABLE DE ENSENADA
EN EL MES DE ABRIL DE 1994
PARA SU PROGRAMA "CONOCIÉNDONOS" DE LA TV POR CABLE DE ENSENADA
EN EL MES DE ABRIL DE 1994
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Nací en Ensenada el 20 de Abril de 1930. Mi papá era oriundo de la provincia de Corrientes, Argentina. Mi mamá, caboverdeana. Se conocieron justamente acá en Ensenada. Los caboverdeanos de aquellos tiempos eran, por lo general, navegantes que llegaban a estas tierras y algunos se quedaban y traían a su familia.
En el caso de mi mamá, tenía dos hermanos que navegaban y justamente estaban enrolados en la Armada nacional. Su barco estaba en reparaciones cuando vino ella, que quedó a su cargo. En ese tiempo conoció a mi papá.
Un buen día tenían que volver a navegar, y uno de ellos le dijo: "Mire, don Caraballo, nosotros nos embarcamos. Mi hermana está en casa de una amiga, a la que agradecemos el hospedaje que le ha dado aquí en Argentina, pero no la podemos dejar así sola. Así que usted se tiene que casar con ella si realmente tiene interés. Nosotros lo vamos a ayudar sin ningún tipo de problema en ese aspecto. Por lo menos, casarse". Ésa forma de tratar las situaciones era habitual en esos tiempos.
Papá y mamá se casaron y vivieron siempre en Ensenada. Seguramente, antes de mi nacimiento habitaron en otro lugar, pero ya nací en una casa con frente de chapa de la calle Libertad, al lado de la panadería, que se conserva tal cual. Mi hermano nació cerca de allí, en una casa que mi padre compra en la calle Perú. Éramos dos hermanos varones. El otro es cinco años menor que yo.
A los cinco o seis años tuve oportunidad de conocer a mi abuela que venía de Cabo Verde con un primo hermano mío, Manuel Carballo, a quien habitualmente se lo ve por la calle La Merced.
En ese barrio vivimos varios años hasta que nos mudamos a África (Sarmiento) casi Quintana. Allí se desarrolló nuestra niñez.
A la mayoría de los amigos de la infancia ya no los veo. No los he vuelto a encontrar. Fueron compañeros de la escuela 40, de cinc y madera, que con los años se incendió. Justamente yo había terminado las clases, y tendría 14 ó 15 años cuando se produjo el incendio, aproximadamente en el año 45. Lo último que vi quemarse, y que me parece verlo ahora, fue el piano que tocaba la famosa profesora de música de aquellos años en la 40, Rosita Sanfilippo de Mac Adden. El actual edificio de material lo hicieron en otro lugar, donde funcionaba la cancha de Villa Albino, creo.
Cuando yo estaba en la escuela, parecía que uno no llegaba nunca a la Directora. Había otro tipo de personalidad, otro tipo de temor, otro tipo de respeto. No sé si era para bien o para mal. Hoy la maestra es más amiga del alumno; tiene otro trato. Nos fuimos formando de acuerdo al estilo de aquél entonces.
En ese barrio estuve hasta los 16 años. A los 15 recién me puse los pantalones largos. Nosotros vivíamos en África, y, cruzando la Quintana, era todo campo. Salíamos a cazar pajaritos, a jugar a la pelota.
Frente a nuestra casa vivía don Cuevas, cuyo hijo fue después un buen jugador de fútbol en San Lorenzo, en Estudiantes, y en Villa Albino. Teniendo un preparador físico como era Manuel Cuevas, el padre, formamos un equipo que se llamaba "Casa Cuevas" y enfrentábamos, por ejemplo, al que tenía como jugador a Herminio Massantonio que se llamaba "Viento y marea". Eran tiempos de "Casa Rocca" y otros, pero ésos "eran del centro".
Después mi padre se hace su casita en la zona donde yo había nacido, y volvemos a la calle Perú. Me tocó vivir en dos zonas paralelas: la del barrio La Curva y la del barrio de los caboverdeanos. Uno a cada lado de la vía, que era la que dividía Ensenada. Y esa vía tuvo una ventaja en la creciente del 40: la altura del terraplén no permitió que el agua pasara mucho y prácticamente del otro lado de la vía no hubo inundación.
Entré en la Marina no realmente por vocación. Era una época en que los jóvenes vivíamos más restringidos, y yo quise ser más personal e ingresé en la Armada para salir un poco. No tengo nada que recriminar a mis padres, porque lo que somos mi hermano y yo en la vida tengo que agradecérselos. Era una cuestión de disciplina y de orden.
En aquel entonces se había creado un cuerpo nuevo, que ya no existe más: el de oficinistas navales. En el 47, a los 17 años, ingreso a la Escuela de Aprendices instalada en la isla Martín García. El reclutamiento había estado en la Base y después se traslada a la isla Martín García. Ahí estaban la Escuela de Marinería y la Escuela de Oficinistas Navales. El viaje hasta esa isla fue mi primera aventura. Me mareé varias veces en el "Aviso Golondrina", como se llamaba el barco. El Río de la Plata, cuando está enojado, es bastante bravo. Hacía pegar fuertes cabezazos al barco y, como yo no estaba acostumbrado, me descomponía un poquito.
Transcurrí unos meses en la isla y después de cumplir mi aprendizaje comencé mis tareas en la Escuela Naval, en Contaduría, Detall General, etc. Si bien no tuve tanta vocación, debo agradecer a la Armada una formación, un orden, una disciplina. Cuando después quise aplicar esto en la vida civil no tuve tan buenos resultados. El sistema de calificación es todo distinto. Una persona, para ascender, tiene que asistir a los cursos, con lo que le dan la oportunidad, y después van todos a examen, por orden de escalafón, lógicamente.
Teniendo apenas 17 años yo llevaba todo el control de un gran sector del personal subalterno. Otros llevaban el del personal superior. Eso me sirvió bastante. Me enseñó para la vida privada.
Un día presenté la renuncia. Mi papá, en ese entonces, año 52 ó 53, por razones de actividad política estaba muy vinculado a don Cuevas, que estaba al frente del Partido Justicialista de Ensenada, y conversando con él y con don Mario Zocco, otro muy amigo de mi padre, me hicieron ingresar en la Destilería.
Tuve que comenzar de cero, de peón peón y a los fierros. Yo estaba acostumbrado a estar en una oficina, con la ropa militar, "cambiadito" como todo oficinista, y con un conocimiento ya. Pero cambié todo aquello para comenzar de nuevo.
Mi padre era capataz de un sector de la Destilería, la Usina, precisamente, y yo lo miraba a él y le pregunté: "¿De acá no me sacan?". Estuve a punto de pedir la baja y volver nuevamente a la Armada porque daban un tiempo por si uno quería regresar. Pero luego me ubiqué en el turno y ahí siguió mi carrera en YPF.
Estuve veinte años en el turno, y por el año 72 ó 73 se me presenta la oportunidad de llegar al gremio. Yo era inquieto por esas cosas. Pasé diez años en la organización gremial. Estaba en la parte administrativa, Secretario Administrativo de la organización. Y, aparte de eso, tenía a cargo las Academias, es decir, la enseñanza. E inclusive participé en la creación de la Escuela de Aprendices de la Destilería. A veces reviso mis papeles y lamento que hoy no exista más.
Todo eso era lo que a mí me interesaba, en especial el sistema de calificación que se aplicaba al personal. Llevé algunas ideas que primero tratamos en Comisión, y luego las llevamos a cabo en YPF donde se aplicaron.
Todo era en el orden local de YPF. En una oportunidad presentamos una idea de un sistema de calificación que consistía en lo siguiente: de acuerdo a cada tipo de tarea, de ese grupo de gente elegían al hombre que tenía mayores condiciones y ese hombre se encargaba de calificar a sus propios compañeros. Se calificaban entre ellos. La idea era buena.
Pero dio resultado en aquellos lugares donde había un personal con una capacidad ya determinada, no así en otros tipos de trabajos. Porque dentro de la Destilería está el hombre que está en el turno, que es la gente que está en las plantas, que por lo general estudia, se capacita. No así en otros sectores donde es más de "hombrear", donde no tienen esa oportunidad. Allí el sistema de calificaciones no andaba y era tema de discusión.
Dentro del área del SUPE tuve a cargo otros lugares, por ejemplo, la Biblioteca. SUPE llegó a tener una de las mejores bibliotecas en el ámbito local. Yo entregué esa biblioteca con algo más de 20.000 volúmenes.
Allá por el año 73, estando Ghío, yo ya colaboraba políticamente. Pasando los años, en el 83, el Secretario General de aquél momento, Omar Peombara, decide, como los gremios tenían participación en los Partidos y colaboraban, consideró que uno de los concejales tenía que ser Caraballo.
Ser concejal era una cosa. Después vino la pelea por ser el primer concejal. Y se dio que lo fuera yo.
Me parece mentira, pero la vida nos encierra a cada tramo y aparecen sorpresas. Yo no sabía nada de eso. Si bien me había preparado para muchas cosas, de ser concejal no tenía conocimientos, no tenía idea.
Así que lo primero que hice fue buscarme un buen asesor, el Dr. Caporal, que era asesor del gremio de SUPE. Fui directamente hacia él y me puse a disposición del doctor para que fuera de alguna manera capacitándome en la tarea de ser concejal.
Pero después sucede lo otro, inesperado, que el Intendente, que había comenzado con algunos problemas de salud, se agrava y a los cuatro o cinco meses, a principios del 84, tengo que asumir esa responsabilidad.
Otra vez tuve que comenzar a estudiar, hacer un curso rápido.
Y fui elegido realmente, a mi criterio, en el 87. No alcancé a terminar ese segundo período. Me faltaban unos meses. En total, casi ocho años de experiencia municipal intensiva. Fue para mí muy positivo. Me dejó muchas enseñanzas. Todos los hechos no fueron positivos. Conocí las dos caras de la verdad. Pero llenó de alguna manera mi caudal de conocimientos. Creo que fui el primer ensenadense que estuvo más de un período como Intendente.
Cuando yo trabajaba en el Municipio, más de una vez yo pasaba en el auto con el chofer y mi señora venía con las bolsas de la feria o de hacer compras. El muchacho paraba y le decía a ella que subiera, a lo que respondía: "No. No hace falta." Quiero significar con esto que en la Intendencia de Ensenada me tocó ocupar el cargo más alto que le puede caber a un ciudadano. Pero eso no significaba que alguna vez no tendría que volver a las costumbres que nunca se alejaron de mi persona.
Así son las cosas. Acá no estamos tan acostumbrados pero en otras partes del mundo al Intendente o al Gobernador lo van a ver en la cola del supermercado comprando y conversando con la gente. Creo que es una cosa natural. Lo intenté muchas veces. Lo que ocurría es que, lógicamente, lo ven al Intendente y le piden cosas o le plantean quejas. Cuando llegaba, venía con una cola de gente atrás.
Hay problemas que no se resuelven en un solo período o en dos. Lo que importa en todo esto es que haya continuidad. Que quienes relevan a los Intendentes sigan avanzando y sigan caminando.
Una cosa importante dentro de la función pública es que uno viene acostumbrado a vivir dentro de un círculo, en el que desarrolló su existencia anterior, en un sector de la ciudad, y a partir de cuando me toca ser Intendente tengo que recorrer barrios nuevos, otras costumbres, hablar con todo tipo de personas, escucharlos y entenderlos.
Empiezo a conocer otras caras de la situación. Es una gran experiencia en ese aspecto y pasa a ser después un reflejo de lo que es la República Argentina.
Estaba vinculado desde siempre a la Asociación Caboverdeana por el trato con muchos de sus integrantes, pero nunca formé parte antes de alguna Comisión o participé de la vida institucional. Siempre tenía conocimiento de esa gente. Tengo recuerdos de haber participado de sus famosos bailes. Ahora, el ser presidente ocupa un espacio más de mi vida.
Mi tarea la tengo planeada desde el mismo momento en que me levanto hasta el momento en que me voy a dormir. Esa es una de las disciplinas que aprendí: a ordenarme, a tener horarios, todo eso.
Supuse que me llevaría un tiempo determinado para eso y acepté, con la condición de que me acompañaran hombres con experiencia, que hayan estado antes que yo en la Comisión. Acepté y prácticamente a partir de Septiembre del año pasado (1993) me hice cargo y ahí estamos. Una vuelta a las fuentes. Tratando de hacer algo, mejorar.
Cirilo N. Caraballo
ex Intendente de Ensenada
Entrevista realizada para TV por el
Prof. Daniel A. Galatro
virtualoyd@hotmail.com
17 de julio de 2005:
Me llamo Nelson Horacio Caraballo y soy el hijo de ese gran intendente que tuvo la ciudad de Ensenada. Es la primera vez que visito la página y la verdad me emociona leer la historia de mi viejo, porque sé que la peleó siempre pero que fundamentalmente nunca se olvidó de sus raíces, que básicamente radican en la honestidad, el trabajo, la constancia y las buenas costumbres. Por eso me da bronca recordar cómo seis hipócritas lo destituyeron sin razón en aquel momento, sólo por no prestarse a los juegos sucios de la política, a las cometas y la plata fácil, como luego la hicieron con intendentes posteriores que ni si quiera vale la pena nombrar.
Es la primera vez que hablo de mi viejo con alguien pero, a decir verdad, me hubiese gustado tener la edad y la experiencia de vida que hoy tengo con mis 37 años para poder haberlo defendido mejor en aquel momento. En una nota que le hicieron hace tiempo ( MARIA E DE CECCO), lo llamaba "el gremialista que se hizo caudillo". Creo que esa frase resume la gran historia política de mi viejo. Podría hablar y contarles mucho acerca de él pero creo que la gente lo conoce bien, lo ve hoy caminar con la frente bien alta por las calles de Ensenada, muchas de las cuales se hicieron durante su mandato sin la ayuda de nadie, solamente con la honestidad de una buena administración y sin sacarle nada a la gente.
Mi sueño sería (sé que es difícil) poder verlo nuevamente en el sillón de Don Bosco y La Merced, no por mí sino porque sería la justicia que no tuvo ...
Les mando un abrazo y las gracias por acordarse siempre de mi viejo.
Saludos,
Bocha.
Estimado Bocha:
Tuve la oportunidad de participar desde mi puesto de Administrador del Hospital Cestino de casi un año del Gobierno de tu padre. Él había designado como Secretario de Salud a un médico radical de pura cepa, el Dr. Haramboure. A mí no me conocían ni tu padre ni Haramboure, pero con quien iba a ser el nuevo Director del Hospital, el Dr. Zidok, había participado de la elaboración de un Plan de Salud, trabajando casi anónimamente y sin ninguna retribución económica. Eso hizo que un día me postularan ante tu padre para el cargo (momento en que descubrió que yo había sido su vecino de enfrente en la calle Alem).
Cirilo estaba convencido que podría ordenar el sistema municipal aplicando sus firmes conceptos aprendidos en casa, profundizados en sus épocas de oficinista naval y sostenidos en el ámbito sindical. Cuando tuve la oportunidad de trabajar en su administración no fue fácil, pero sí creo que permitió que pusiéramos en acción algunas ideas que él no llegaba a comprender del todo pero que seguía con interés.
Luego la política tradicional de partidarios y de opositores, la falta de recursos, una sucesión de errores cometidos, en mi opinión, por su personalidad avasallante que lo hacía no tener en cuenta los puntos débiles que exponía ante sus siempre atentos adversarios, en fin, la realidad, hicieron que fuera separado de su cargo.
Quien supuestamente se había enriquecido con su función volvió a la vida cotidiana, a su papel de padre y abuelo, a seguir leyendo y aprendiendo, a hacer los "mandados", a charlar en cualquier esquina con los vecinos que ya no lo perseguían para obtener algo de él. Volvió a saber quiénes eran sus verdaderos amigos.
El intendente Caraballo ("Carballo" como todavía muchos le dicen) volvió a ser Cirilo, el "Negro", y pude conocerlo mucho mejor que cuando yo compartí ese año en su administración. Y realmente le tomé un afecto que ni siquiera necesito transmitirle porque creo que es mutuo y no hace falta mencionarlo.
Me hubiese gustado conocerlo muchos años antes, y no comparto tu idea de que debería volver a la función pública. Son otros tiempos, peores, y si antes fue difícil ahora sería imposible. Pero está bien que comparta su experiencia con las nuevas generaciones.
Cuando le hice el reportaje para la TV, que duró varias semanas, me preguntaban muchos qué me había dado Cirilo para que lo presentara como a un prócer ensenadense. Aunque yo decía que no me había dado nada, mentía. Esas horas que duró la entrevista original, Cirilo me dio la posibilidad de conocer a un ensenadense que venía de muy abajo, que había intentado siempre superarse a fuerza de persistencia y corazón, que ese esfuerzo lo había llevado, primero por casualidad y luego por merecimientos, a ser el jefe comunal de su ciudad.
Tanto es así que, a diez años o más de ese rato pasado en el quincho transformado en oficina al que Cirilo me permitió acceder, insisto en procurar que la gente lo conozca como vos lo conocés. Para que se haga una evaluación justa de un producto de este suelo, que no es ni un superdotado ni un arribista infame, sino alguien que puso lo que sabía para intentar justificar el haber llegado a la más alta función pública ensenadense.
Y tus palabras acerca de él seguramente son el mejor premio a sus esfuerzos. Porque eso es lo que va a quedar en su corazón.
Entonces Cirilo Nelso Caraballo sentirá que valió la pena.
Un abrazo muy fuerte para toda esa familia. Y seguí trabajando para que los sueños de tu padre vayan alguna vez a convertirse en realidades.
Daniel
1 comentario:
Bocha para vos un gran abrazo, me quede sin palabras al leer.
Cirilo un maestro mio un grande como pocos conozco, un libro abierto el sensato con solides de un grande, el de los sabio consejos, que me hacia ver las cosa que yo no veía.
Lamentable perdida para el mundo político, siempre lo recuerdo con orgullo de haber militado para el.
Pero gano la ambición de los grandes recursos de aquellos años (1991) y no fue un caudillo sindical, si un líder a seguir con convicciones Q.P.D
Rubén B Cornejo Alem
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