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Volando por la vida - 120, 150,…200 KM/H - Por Eduardo Juan Salleras

23/09/2010
Desempolvando viejos discos long play de mi época de disk jockey, y también reavivando los equipos que aún quedan funcionando, resucitamos con mi hija menor aquellas melodías que vienen de lejos en el tiempo, pero que tanto ella como yo pretendemos escuchar.

Y así fue, aunque no todos revivieron por completo, pues algunas ralladuras son incorregibles y se notan. Pero la gran mayoría si.
Con un paño y un líquido especial, siempre con movimientos circulares, fuimos dándole brillo a los discos…y a sonar…y a recordar yo, y a imaginarse ella, o tan solo a disfrutarla.

Tomo a ROBERTO CARLOS EN MAU MAU (boite de onda por mi época), entre tantos, yendo directamente al tema 5 del lado 2: “120, 150…200 KM/h”. En su estilo melódico romántico, cuenta de un hombre que sufriendo un desencanto amoroso, sube a su auto, toma la carretera y comienza a acelerar su vehículo pretendiendo huir de la situación.
“Las cosas están pasando más de prisa… el tablero marca 120, el tiempo disminuye. Los árboles pasan como bultos, la vida pasa, el tiempo pasa…estoy a 130….Las imágenes se confunden… …estoy huyendo de mi mismo, huyendo del pasado, de mi mundo en sombras, lleno de tristeza, de incertidumbre, estoy a 140, huyendo de ti”

“El tablero marca 150…todo pasa ya más deprisa, el amor, la felicidad…”
“…. Estoy a 160, voy a encender los faroles, ya es noche, ahora son las luces que pasan. Siento un vacío inmenso, estoy sólo en la oscuridad, voy a 180”.

“El tablero ahora marca 190, por momentos tuve la sensación de verte a mi lado y el asiento está vacío…estoy solo, a 200 KM/h, voy a parar de pensar en ti y prestaré atención al camino”
“Yo voy volando por la vida sin querer llegar, nada va a cambiar mi rumbo y me hará regresar…Vivo huyendo sin destino alguno… A veces siento que el mundo se olvidó de mi”
Es parte de la letra de la canción. Estoy recordando y a la distancia, por lo tanto tal vez no sea exacto, pero lo importante son algunas frases que no solamente son aplicables al tema sentimental sino a la vida misma.
Muchos andan acelerando sus días, tratando de llegar, vaya a saber a dónde, o quién los corre. Cuando probablemente estén huyendo.
“Huyendo de ti, huyendo de mi” dice la canción. Queda claro cuando habla de mí, porque hay quienes pretenden escaparse de si mismos porque no se aceptan así como son, pero huyendo de ti, ¿Qué es ese ti en la vida? ¿Qué significa?
Los adultos huyen de la vejez, cuando van hacia ella indefectiblemente, malogrando la madurez que es tan interesante y tan sabia.

Los jóvenes adultos, desesperados buscan el éxito antes que los alcance el tiempo de la reflexión. Huyendo de ti, ¿del fracaso?
En cambio los adolescentes toman soleta, por las dudas, a cuenta de frustraciones futuras. Su combustible es el alcohol, las drogas, el desenfreno, el grupo. Nadie pone límites al suicidio colectivo de la pubertad. Incluso, el sistema les garantiza la bala en el revólver. Porque en pos de la “equidad”, hoy hay “Droga para Todos”.
En la mocedad, antes, nos sobraba energía, hoy la juventud debe tomar bebidas energéticas para estimularse. ¿De qué huye la adolescencia? ¿Qué teme afrontar?

Todos corremos alocadamente detrás de algo o ¿para evadirnos de algo?
Recuerdo, en momentos de una visita de asesoramiento a la fábrica de quesos de un experto alemán, cedido gratuitamente por el Servicio de Expertos Señiors de Alemania, el técnico pretendía desacelerar el proceso de elaboración, y en un castellano duro, nos decía: “Despacio, cada paso tiene su tiempo de maduración”.
Así es, para todo en la vida, cada circunstancia vivida tiene su tiempo de maduración.

Es por ello que los adultos llegan a la madurez, luego de haberle dado a cada momento su grado de refinación.
Entonces, aquellos de edades anteriores, que pretenden pasar las distintas estaciones de la peregrinación a toda velocidad, inclusive, viéndolas borrosas por el vértigo, llegarán a adultos sin haber visto jamás un fruto maduro.
Esta el dicho que dice: “A este lo cortaron verde”.

En la sociedad que vivimos, es curioso que el derecho sea antagonismo de la obligación, como dos caras de la misma moneda, que se debe arrojar al aire y equivocadamente elegir. Y no es así, porque para que ella tenga valor, debe contar con ambas. Para que una sociedad funcione correctamente necesita de los derechos y de las obligaciones.
No son ni los derechos, la libertad; ni las obligaciones, la opresión. El cumplimiento de unos y otros, hace a la institucionalidad, a las garantías y a la seguridad jurídica.
Cuando estamos huérfanos de estas cosas, es cuando el ciudadano comienza a correr, a marearse con la oferta a cambio: la negación del compromiso ciudadano.

El viejo debe sobrevivirse a si mismo.
El adulto por ende, teme a la vejez, pretendiendo huir de ella.
El joven grande vive con la negación de los anteriores, preocupado por el hoy y en busca de un futuro fantástico que no tiene en cuenta la longevidad.

Los jóvenes adolescentes son el gran problema para las familias y la sociedad, Dejan de ser el simpático niño, gastan y no producen y encima creen que así debe ser. Se tratará entonces de contenerlos: con estudio, con deportes, con plata (el que la tiene), con libertinaje, con alcohol, con drogas,…
El poder sufre de las mismas carencias, porque no tiene un proyecto ciudadano, y cuando se da cuenta de ello, se sube al auto y comienza a huir: de ti (La República, las leyes, las instituciones) y de si mismo, de sus propios pecados que ya todos conocen.
“Voy a encender las luces, ya es noche…dejaré de pensar en ti (y en mi) y prestaré atención al camino…”, dice la canción al final. Pero ya es tarde, va a 200 KM/h, el camino está lleno de curvas y ahora además llueve.

¿Por qué siempre las mismas taras, lentitud o esquizofrenia?
Aprendamos nosotros a tomarnos la pausa justa para que maduren las cosas. Nadie nos corre y no nos dejemos correr. Nuestra primera preocupación debe ser la familia y la sociedad conformada por estas.
Los gobiernos deben ser el reflejo de nuestras vidas, y no nuestras vidas consecuencia de los gobiernos.

¿Verá mi generación el fruto maduro de una nación, con derechos y obligaciones?


Eduardo Juan Salleras
esallas@hotmail.com

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