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2011: Un año ideal para animarse - por Hugo César Renés

No sé para usted, para mí es así.

Deje de lado cualquier tipo de ironía.

Aunque no me contestes,
¡YO SÉ QUE ESTÁS ALLÍ!
 
H.C.R. - 21/12/2010
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“NO HE DE CALLAR, POR MÁS QUE CON EL DEDO,

YA TOCANDO LA BOCA O YA LA FRENTE,
SILENCIO AVISES O AMENACES MIEDO.

¿NO HA DE HABER UN ESPÍRITU VALIENTE?
¿SIEMPRE SE HA DE SENTIR LO QUE SE DICE?
¿NUNCA SE HA DE DECIR LO QUE SE SIENTE?”

(Quevedo)
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Hace casi cuarenta y siete años que mis hermanos, militares, policías y civiles, comenzaron a dar la vida por nuestra nación enfrentando a una ideología foránea, violenta y apátrida.


En 1973, nuestro país fue transformado por la guerrilla rural y urbana de las distintas organizaciones terroristas en un basto campo de batalla pretendiendo, a través de la violencia, transformar la conciencia de los argentinos, es decir, “el si mismo” nacional.

Les pido a todos los que lean este mensaje que tengan presente que la cuesta abajo social (movimiento social descendente o desclasamiento), produce generalmente un movimiento acelerado y en esa caída es normal que se encarnen tendencias que vayan naturalmente polarizándose (dicho de otra forma, la dinámica interna “del cambio” tiene una cierta inercia interior que lo retroalimenta).

Si bien hoy una de esas tendencias, mimetizada en un histórico partido político como el peronista, es la que nos gobierna, los poderes y las razones que la sustentan son débiles y falaces. Por eso la mayoría silenciosa, atormentada, insultada, sufriente y hastiada, indiferente a fuerza de sometimiento, “ninguneada” por el Gobierno y sus más estrechos colaboradores, debe hoy más que nunca reconocerse como “alguien”, y desde su “si” o yo psicológico –espejo de una estirpe, una familia, una cultura-, fundar la necesidad del cambio político para solucionar el actual “déficit social” (no hay buena fe, no hay amistad, no hay lealtad, NO HAY GRATITUD, todo es egoísmo, venganzas, perfidias, y mentiras) generado por estos neuróticos, paranoicos y violentos de ayer que nos gobiernan, desmontando los mecanismos externos e internos que pretenden borrar de un hachazo aquella matriz maravillosa donde el pueblo argentino supo construir lenta, pero progresivamente, su historia.

 Comencemos congregándonos, aunque mal no sea elevando nuestro pensamiento a Jesús, en este mes de su divino nacimiento, pidiéndole por el eterno descanso de aquellos que dieron su vida para que la Argentina viviera en libertad y de acuerdo a nuestros principios constitucionales.


En un sentido más amplio, recordemos a nuestros valientes vivos y muertos que aquí lucharon, sin que esté en nuestras manos añadir o quitar nada de tal consagración.

Sé que algunos no entenderán lo que digo porque de hecho, la gente suele ser bastante ingrata con sus hombres no recordando, ni queriendo recordar, lo acontecido en aquellos tiempos; pero les aseguro que si nos lo proponemos, nuestra sociedad, de comportamiento típicamente corporativo, jamás podrá olvidar lo que aquella “juventud maravillosa” doquiera que haya estado o pasado, pretendió hacer del país a través de la violencia y la lucha de todos contra todos a la que soñó llevarnos.

A nosotros, que vivimos la angustia de aquellos momentos, nos toca el deber de comprometernos en esta tarea inmensa que tenemos por delante: Honrar a nuestros mártires civiles y militares, y con sus ejemplos, acrecentar el entusiasmo por la causa en la que ellos, guerreando con bravura contra aquellos que lo hacían con encarnizamiento, pusieron todo su esfuerzo y entusiasmo costándole a muchos la vida, o un pedazo de ella en esa acción.

Pero hoy para todo se halla prueba

Y razón para fundarlo,
Y no hay razón para nada
De haber razón para tanto.

Mostrémonos decididamente unidos y resueltos para que tanto nuestros caídos en esa contienda, como aquellos que sobrevivieron a la misma y hoy son (o podrán ser) juzgados por una Justicia en decadencia, con jueces o secretarios que ayer supieron ser conspiradores, subversivos, o terroristas que temen más la cólera de Cristina y/o la de algunos integrantes del Consejo de la Magistratura, que los reproches de su propia conciencia, no lo hayan hecho en vano.

Recordemos con orgullo aquel hermoso, noble y audaz gesto que enardeció el pecho de aquellos valientes de nuestras Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad y Policiales, tanto federales como provinciales, sin dejar de lado la actitud de la ciudadanía, que debiera hacerlos merecedores de la mayor admiración de sus compatriotas y hasta de la disculpa de aquellos cobardes que viendo, viviendo y padeciendo la violencia terrorista en aquellos tiempos, emplearon con eficiencia el “método” del avestruz para preservarse y preservar a su familia, que son los mismos que hoy, viendo lo están viendo, no obran (ni exigen que se obre) de acuerdo a la JUSTICIA, negándonos sus testimonios y silenciando su verdad.

El transcurso del tiempo al compás del tic tac del reloj más la contribución de nuestro esclarecedor accionar y la bondad de nuestro Creador, en la que nuestros actuales funcionarios no creen, poco tardará en dar señales de vida porque no podrán afirmar lo falso ni silenciar lo verdadero por mucho tiempo más.

Lenta, casi insensiblemente, los vínculos que nos unen irán alimentando los compromisos de ayer, compromisos estos que nos permitirán, una vez más, derrotar a estos fracasados, ahora en las urnas. Será entonces el momento en que el pueblo, sus hijos y sus nietos podrán hablar con la VERDAD; cambiar sensatamente la nomenclatura de las calles y avenidas; esculpir monumentos a verdaderos héroes de la Patria y esforzarse para vivir con la misma ética y moral con la que ellos supieron vivir, dejando huellas duraderas que corregirán la actual ingratitud y los yerros del revanchismo de este Gobierno integrado por muchos de los protagonistas de nuestra historia remota y reciente.

Aunque sientas miedo, aunque los nervios te estrujen convulsivos, TIENES QUE DAR UN PASO AL FRENTE Y DEFINIRTE. Necesariamente debes ponerte en marcha ya. Abandona lo fácil y lo cómodo.


¡Defínete y elige!, porque nadie que no seas vos mismo puede hacerlo.

Levantemos ¡bien alto nuestra bandera nacional!, la ÚNICA, la celeste y blanca, sin estrellas rojas, ni tacuaras, sólo con un sol magnífico en el centro ante el cual todo otro aditamento se apaga, y defendámosla alegremente, porque alegres son la Fortaleza y la Esperanza que volveremos a encender en el alma argentina.

De este Gobierno, como de su catalogo de mentiras e interpretaciones maliciosas, no podemos esperar herencia alguna, porque de la nada no puede esperarse otra cosa que nada.

En azul y blanco,
HUGO CESAR RENES

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