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Don “Pacífico”

Con la excusa de la “libertad y la civilización”, la protección de sus súbditos y usando "la política del marinero herido”, ingleses y franceses, agredían en distintas partes del mundo en la defensa o conquista de “sus intereses”. Unidos o por separados según sus intereses particulares, sus conveniencias, sus desconfianzas y egoísmos, lo hacían en distintas circunstancias, tiempos y lugares. Le venían haciendo en China, en África y en América. También lo hicieron en el Río de La Plata durante la invasiones inglesas de 1806, y 1807, la usurpación de Malvinas, con el bloqueo francés de 1838 y luego juntos en la agresión anglofrancesa de 1848. Juntos o separados, según intereses y circunstancias, de aliados o rivales.

Prueba de su accionar, y desdiciendo el que “entre bueyes no hay cornadas”, podemos citar, entre otros, el ejemplo que nos brindaron con su accionar en Grecia, en los mismos tiempos en que agredían al Río de la Plata.

Don Pacífico era un judío portugués, nativo de Gibraltar y súbdito británico, cuya casa en Atenas habla sido saqueada por la multitud, en un día de desórdenes; junto con el historiador Finlay, que tenía una reclamación pecuniaria contra el gobierno griego, en vez de apelar a los tribunales locales, solicitaron la intervención del gobierno inglés. Palmerston, sin consultar a la corte, resolvió atender aquel pedido, y ordenó a Parker, cuya escuadra acababa de apoyar al Sultán en resistirse a entregar a Rusia y Austria los refugiados húngaros, trasladarse al Pireo, adonde llegó el 15 de enero de 1850. Al entrar al puerto hace los saludos de rigor, desembarca con su plana mayor, y con los mejores modales del mundo, presenta sus saludos al rey Otón, antes que el agente Wise renovara sus reclamaciones, lo que dejaba en libertad al gobierno de Atenas de ceder sin apariencia de coerción.

Como esto no ocurriera, el almirante envía un ultimátum amenazando con medidas de violencia si en 24 horas Las demandas de Don Pacifico y Finlay no quedaban satisfechas. Transcurrido sin novedad el plazo, Parker ordena capturar barcos y propiedades públicas y privadas griegas.

Los trapitos al sol

El agente francés Thouvenel apoya la resistencia de Otón y Palmerston se queja de ese proceder, indicando a Normanby que señale en París el contraste entre el apoyo que Inglaterra dio a Francia contra el gobierno de Marruecos, y la falta de reciprocidad en Grecia. Y agrega:

¿Qué tienen que decir los franceses de nuestro modo de proceder? Hemos pedido reparación de vejámenes a nuestros súbditos; nuestras reclamaciones fueron acogidas con negligencia, con el silencio o las negativas. Al fin, enviamos nuestra escuadra para imponer su ejecución. ¿Es que Francia no procede a menudo lo mismo? Por ejemplo, ved sus altos hechos en Tahití y en las islas Sándwich: en Tahití, donde bajo pretextos ilusorios y por una imperiosa presión, obtuvo de la reina de aquella isla el abandono de su independencia; en las islas Sándwich, donde sa~ al rey porque no 4uerla cambiar sus derechos de aduana sobre el aguardiente y obligar a los aduaneros a aprender el francés. Pero en todo tiempo hemos sido contrarrestados en Grecia por las intrigas y las cábalas de agentes franceses, que alentaron al gobierno griego a maltratar a nuestros súbditos y a negarnos satisfacción. Como es natural. Thouvenel está furioso de que hayamos perdido nuestra paciencia.

Las Justas pretensiones de nuestros súbditos.

Francia interpone su mediación e Inglaterra la acepta. Entretanto Parker no ha tenido en cuenta ni el ofrecimiento de mediación francés, ni la aceptación de su gobierno. El agente francés en Grecia, Thouvenel, llamó la escuadra francesa del Mediterráneo al Pireo, pero su jefe tuvo la prudencia de esperar órdenes ulteriores de Paris. Palmerston dice al embajador francés en Londres que se ha enterado del caso: "deseamos quedar amigos; pero eso podría volverse serio".

Con su habitual desdén por los franceses, cuya fuerza no despreciaba, pero cuyo gobierno sabía inseguro, Palmerston dice de una protesta franco griega contra los procederes de Parker:

Esta protesta es en verdad burlesca. Entretanto parece que los griegos empezaban a entender razón, y cuando nos vieron apoderarnos del Otón, dijeron que no era ese Otón el que había que tornar. Parker se vio obligado a extender sus represalias a los barcos mercantes, y por ese medio esperaba lograr valores suficientes para cubrir nuestras reclamaciones. La sorpresa de Lahitte al vernos proseguir nuestras represalias, se asemeja a la exclamación de los napolitanos con respecto a las tropas austríacas: ¡Ma c´e cannone!, o a la respuesta del edecán enviado cuando nuestras tropas desembarcaron por primera vez en Portugal para asegurarse de que lo que se oía en las avanzadas era el fuego, y dijo al volver: “Pero, ¡tiran con balas!”. .. Si los franceses se enojan y no son razonables, lo lamento, pero la justicia para con nuestros propios súbditos debe prevalecer sobre toda otra consideración.

Al mes siguiente comenta el envío del barón Gros a desenredar en Atenas lo que Thouvenel había enredado: "si no lo consigue habrá fracasado. Supongo que tenemos bastantes barcos para llevar adelante nuestras demandas, y por cierto que no dejaremos partir uno solo antes de que nosotros o aquellos en cuyo favor las formulamos hayan recibido, en buenos dineros contantes y sonantes, el monto de sus justas pretensiones".

Fuentes:
- Irazusta, Julio: Vida política de Juan Manuel de Rosas.t.VII.p.331
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
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