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LA MUERTE DEL GRAN CAPITÁN - Últimos momentos

Felix Frías, testigo presencial de estos días tristes, relata:

"El 17 el General se levantó sereno y con las fuerzas suficientes para pasar a la habitación de su hija, donde pidió que le leyeran los diarios, que el estado de su vista no le permitía desde mucho tiempo leer por sí mismo. Hizo poner rapé en su caja para convidar al médico que debía venir más tarde, y tomó algún alimento. Nada anunciaba en su semblante ni en sus palabras el próximo fin de su existencia.


El médico le había aconsejado que trajera a su lado una hermana de caridad, a fin de ahorrar a su hija las fatigas ya tan prolongadas de sus cuidados, y a fin de que el mismo enfermo tuviera más libertad para pedir cuanto pudiera necesitar, lo que a veces no hacía por no molestar a su hija. Esta señora no quería ceder a nadie el privilegio, tan grato para su amor filial, y de que disfrutó hasta el último instante, de asistir a su padre en su penosa enfermedad.


El señor Balcarce salió en la mañana del mismo día a hacer esa diligencia, acompañado por don Javier Rosales, a quien comunicó las esperanzas que abrigaba en el restablecimiento del General y su proyecto de hacerle viajar; tan lejos estaba de preveer la desgracia que le amenazaba y tanta confianza le inspiraba el estado de ese día y los anteriores de su padre. El señor Rosales procuró disipar esas ilusiones que podían hacer más sensible el golpe, que él consideraba inmediato y sus tristes predicciones no tardaron por desgracia en realizarse.


Después de las dos de la tarde el general San Martín se sintió atacado por sus agudos dolores nerviosos al estómago. El doctor Jardon, su médico, y sus hijos estaban a su lado. El primero no se alarmó y dijo que aquel ataque pasaría como los precedentes. En efecto, los dolores calmaron, pero repentinamente el General, que había pasado al lecho de su hija, hizo un movimiento convulsivo, indicando al señor Balcarce con palabras entrecortadas que la alejara, y expiró casi sin agonía. Es más fácil comprender que explicar la aflicción de sus hijos en presencia de esa muerte tan súbita e inesperada.
 
Algunos días antes el General se sintió atormentado en la noche por sus dolores, tomó una dosis de opio mayor que la prescripta para calmarlos y en la mañana siguiente apareció moribundo. Las aplicaciones de sinapismos lograron reanimarlo, pero vino luego una reacción con fiebre violenta, que entiendo ha influido en su muerte imprevista, a pesar de las engañosas apariencias de mejoría que se notaron en los cuatro últimos días."


La Gazeta Federal
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