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Por qué el Sable de San Martín descansa, como él, en suelo argentino.

Entonces el sable, aquel viejo sable se estremeció en su vaina como en los buenos días de las batallas por la libertad del continente lejano.


El león sintió que sus canas eran todavía pelos viriles, comprendió toda la grandeza del esfuerzo del dictador, y dijo que en mejor mano no podía caer la prenda heroica. Y redactó su testamento partiendo la herencia en dos; dejó su corazón a Buenos Aires y su sable a Juan Manuel de Rosas. Y no tenía más que dejar. Hay motivos para creer que no amaba más el corazón que el sable. Este rasgo de San Martín, es entre los muy pocos geniales que tuvo, el más genial. No cualquiera podía comprender a Rosas. Verdad es que San Martín no debió ver en él sino el Salvador de la Independencia de América. Pero, ¿se necesita más?

Y bien: he aquí que traen como una reliquia bajo el saludo de las banderas, la herencia que San Martín dejó a Rosas. Jamás soñara el dictador mejor desagravio en su propia tierra. Porque es imposible separar aquí los recuerdos. Por Rosas vuelven a tener los argentinos el sable del Libertador. Y no se puede hablar de la herencia heroica sin recordar al gran heredero, al hombre extraordinario que a pesar de todo no han conseguido manchar por completo las calumnias mezquinas y los silencios cobardes de los que nunca pudieron perdonarle el imperdonable crimen de haber sido más grande que ellos.
 
**Lugones, Leopoldo; “El sable.”
En: Diario Mayoría.
Reproducción del artículo “El sable”, publicado originalmente en el diario El Tiempo el 4 de marzo de 1897, con motivo del retorno a la Argentina del sable del Libertador, págs. 52 a 53, miércoles 20 de noviembre de 1974 / Buenos Aires.
 
Fuentes:

- Castagnino Leonardo. Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades
- La Gazeta Federal: http://www.lagazeta.com.ar/

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