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El ladrón del pueblo - Por Eduardo Juan Salleras

El ladrón del pueblo
NO IMPORTA LO QUE ROBE… EL LADRÓN ES LADRÓN

Por Eduardo Juan Salleras, 17 de agosto de 2011.-
(Se autoriza su publicación solamente en forma completa y nombrando la fuente).                    

El ladrón del pueblo es generalmente un personaje.
Es conocido, es el de siempre.
De vez en cuando lo metían adentro, y alguna paliza recibía, como para que tenga, acumulando más revolcones que cusco detrás de perra alzada. Hoy, se estarían violando sus derechos humanos, mientras sus atormentados miran.
Pero así era su vida, nadie jamás recuerda haberlo visto trabajar.
Al final ganaba por cansancio, su padre había sido así, ratero… él, ladrón de gallinas al principio y con el tiempo se puso más sofisticado.
Estaba lleno de hijos, de dos mujeres, una en cada punta del pueblo, que de tanto en tanto, se cruzaban en el medio, para tirarse de los pelos en la disputa por su amante prócer.
Nuestro ladrón del cuento, reúne estas características, pero pertenece a una localidad muchos más grande y más rica.
El tamaño no le impide ser conocido y el de siempre, incluso es ciertamente admirado. Porque suele ocurrir, que mucha gente se deja seducir por el pícaro.
Es tan hábil para su actividad que ni siquiera va preso, no por lo fino para realizar sus atracos, sino por la desfachatez en sus escusas cuando es sorprendido.
Un día entró en una joyería, y sin titubear, se metió algo en el bolsillo. Un empleado lo ve y le reclama: 
- ¡Eh! UD se está robando algo ahí.
- ¿Cómo? ¿Por qué me dice así?
- Lo acabo de ver llevarse algo al bolsillo. ¡Agente! - llama a un policía que había en la puerta.
El Ladrón mete la mano en el bolsillo como si nada y le dice: 
- ¿UD se refiere a esto? 
Mostrando un espléndido anillo de oro y diamantes, al tiempo que el uniformado se acerca.
- ¡Sí! Yo lo vi cuando se lo metió en el bolsillo.
- Sí señor, pero no me lo estaba robando… un silencio y sorpresa de todos… después de aquí – prosigue – tengo que ir caminando a otros lugares, y solamente estaba probando si me molestaba llevarlo en el bolsillo, más la cajita… Y me ofende, por ello ahora no estoy dispuesto a comprarle el anillo y además, con todos los testigos, incluso UD señor policía, voy a iniciar una demanda contra UD, por haberme injuriado.
El agente se encogió de hombros y antes de que le digan algo: 
- Yo no puedo hacer nada, el hecho no se consumó, además sus excusas son válidas. Lo único que puedo hacer por UD es intentar amablemente hablar con él y convencerlo para que no haga la denuncia.
Otra vez, entró a un supermercado, y llenando dos carritos de mercadería se dispuso a salir por la entrada. Enseguida fueron rápido a detenerlo, y él sorprendido: 
- ¿Qué pasa tanto revuelo? ¿Acaso estoy cometiendo un crimen?
- UD se está llevando la mercadería.
- Y sí, para eso vine.
- Pero tiene que pasar por la caja y pagarla.
- A no, yo si la tengo que venir a buscar fenómeno, pero si encima tengo que pagarla, no. Ni siquiera es para mí. Una gente me la encargó. Ahora ¡cómo son UDS, eh! pensaban que quería robármela para mí.
Todos quedaron perplejos mientras el ladrón se despedía amablemente, dejando los carritos ahí.
Estos personajes llegan incluso a transformarse en figuras notables de la sociedad sin perder su vicio, y como señalé antes, logran incluso el reconocimiento de la gente.
No era de extrañar entonces que lo invitaran a participar de alguna institución, y sin perder la oportunidad aceptaba y colaboraba económicamente, cuando ya sus tesoros pesaban los suficiente, aunque ello no era límite para abandonar su actividad de ladrón, porque lo hacía con toda devoción.
Su último gran achaco fue el domingo.
Juntó a sus secuaces, tiene muchos ya, y organizó robar todas las casas al mismo tiempo, en el momento que se llevaba a cabo un importante acto cívico al que iría la totalidad del pueblo.
A la noche festejaron porque el asalto fue un éxito. Pero cuando empezaron a bajar las cosas de los camiones, se dieron cuenta que, a pesar de ser muchas, no pagan el costo de la operación, ni siquiera el 20%.
Entonces, todos comentaron que al llegar a cada casa no encontraron a nadie, las puertas abiertas, las paredes blancas sin cuadros, algunos adornos horribles y de poco valor en las vitrinas, típicos de casa de vacaciones, algo en las alacenas, solamente latas viejas; muebles baratos y ordinarios, las cajas fuerte abiertas con algún suvenir de familia…
- ¿Y esto trajeron? - dijo el Ladrón… refunfuñando.
- Nos dijiste que era un golpe maestro – dijo uno de los secuaces – y resulta que son todas porquerías.
Un día el Ladrón fue robado. Ese día se dio cuenta que él tenía más que sus víctimas, o mejor dicho, ellas ya no tenían nada interesante para robarles.
¿Por qué las puertas abiertas y nadie en las casas?
¿Por qué las víctimas se dejaron robar?
Todo un misterio hay entre el usurpador y el usurpado.
¿Qué secretos guardan el ladrón y la víctima?

EJS


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