Ejército de hombres libres
Si bien Francisco Solano López, antes de la guerra, había encargado a Europa cañones Krupp y cien mil fusiles que nunca llegaron, desde los tiempos del Dr. Francia, prácticamente cada paraguayo era un soldado que debía disponer de cuatro caballos y de armas propias para la defensa de la patria, que en general consistían en armas blancas. No era un ejército preparado para al conquista, lo era para la defensa, y contaba con la Fundición de Ibycuí, el arsenal de Caacupé, la Fortaleza de Humaitá y la fácil comunicación a través del telégrafo y el ferrocarril.
En el Archivo Nacional de Asunción, en 1864 el ejercito paraguayo contaba con 38.173 hombres, y según Julio José Chiavenatto, para 1865 llegarían a 50.000, pero nunca más de 80.000 hombres que afirman otros historiadores ( J.J.Chiavenatto. Genocido Americano. A guerra do Paraguay, p.111) Esta afirmación es coincidente con lo dicho por el represéntate ingles Thornton, que le informaba en carta a Lord Russel que en Paraguay debía haber cuarenta mil listos para la lucha.
Si bien el número de hombres del ejército paraguayo era inferior que el de los aliados, había varios factores incidían el la fortaleza física y anímica de los combatientes del ejército paraguayo, comenzando por las razones que indica Alberdi respecto a que defendían su tierra, su trabajo y sus familias.
Por otro lado los combatientes tenían una buena alimentación. Algunos científicos Europeos como Buffon, Demersay, Larouse, Rengger, Du Gratty, etc. y el propio Thornton, estudiaron al formación del ejercito paraguayos. Bufón por ejemplo destacaba la excelente y bien balancea de de la alimentación tradicional de los paraguayos, basada en trigo, banana, mandioca, miel y carne, fácil de conseguir con poco trabajo por toda la población, cosa que no sucedía en las clases bajas de los aliados. En algunas anotaciones de los nombrados, se dice que la altura promedio de los combatientes paraguayos era de un metro y setenta y dos centímetros, contra un metro sesenta y dos de los aliados. Por otro lado en esas mismas notas, se indica que entre los combatientes paraguayo había cinco blancos por cada negro o mestizo, en cambio en los aliados había un blanco cada veinticinco mestizos o negros, y en el ejercito brasileño al proporción era de uno contra cuarenta y cinco. Esto no es una cuestión racial de fortaleza o superioridad de ningún tipo, pero si una deferencia de motivación entre quien defendía lo suyo, y quien defendía lo ajeno. En el ejercito argentino muchos eran llevado en contra de su voluntad, engrillados y “atados codo con codo”, y en el brasileño enviados como esclavos, incluso “en representación de sus dueños”.
Otra diferencia a destacar era que, mientras en el ejército brasileño, los puestos de jefes y oficiales eran cubiertos según su titulo de nobleza, aún sin experiencia, en el ejercito paraguayo nadie tenía privilegios a la hora de ocupar en puesto en el ejército. Todos los oficiales salían de la tropa sin que ninguno llegara a oficial por la condición social. Todo el incorporado, sea rico o humilde, era incorporado como soldado raso y andar descalzo, ya que a ningún soldado paraguayo se le permitía andar calzado, como una disciplina espartana.
El buen humor
Otra condición digna de destacar del soldado paraguayo, era su instrucción. Prácticamente no había analfabetos en Paraguay, y caso todos los soldados sabían leer y escribir, teniendo además cada uno el desempeño de varios oficios que les permitía adaptarse a distintas circunstancias. Así cada soldado podía ser zapatero, carpintero, alfarero, mecánico y hasta músico.
Esta condición fue importante durante la guerra. López daba importancia seria, por ejemplo, a la prensa; cada regimiento contaba con una imprenta montada sobre un carro, dispuesta a ser rescatada ante el peligro, que editaba periódicos o folletines redactados por la misma tropa, que servían para informarse sobre el estado de la guerra y hasta para mantener el ánimo y el espíritu de los combatientes, siendo a veces redactados con sentido humorístico y hasta ridiculizando a los enemigos: por ejemplo Pedro II era nombrado como “El Macacón”, Porto alegre conocido como “Porto Triste”, Osorio como “General Osário”, Polydoro como “Pollo Loro” y el marqués de Caxias como el “Marques de Cajón”. Entre los periódicos editados pueden citarse “El Centinela”, el “Cacique Lambaré” (redactado en guaraní) y “El Cabichuí” (La abeja) y varios folletines que se distribuían entre la tropa.
El Cabichuí era redactado y distribuido por los soldados, y no faltaba el buen humor. En el logotipo de la primera página se veía un dibujo representando a un negro perseguido por las abejas (cabichuí) y en otra pagina se veía un grabado representando a Pedro II llegando al Mato Grosso ofreciendo a libertad a los negros, si tuvieran mas hijos para luchar contra Paraguay.
En otra edición del Cabichuí, refriéndose a la mala puntería de la artillería brasileña, tuvo la humorada de publicar que “El Cabichuí, considerando la conveniencia de llamarse a las cosas de la guerra por su nombre, o al menos con nombres que encierren ideas análogas a los efectos que producen, ha acordado y decreta: Art.1º) Se prohíbe bajo severa pena que desde hoy en adelante se llame “bombardeo” al que hace la escuadra brasileña: se llamará “macacada” si es de día, y si es de noche, “macaquize”.
Estos periódicos fueron de importancia para al guerra, de buena redacción y escritos en forma satírica, algunos de ellos en idioma portugués que eran “olvidados” para que sean “encontrados” por el enemigo. López daba tanta importancia a estas publicaciones para mantener el ánimo de la tropa, que cuando se acabó el papel ordenó que se lo juntara en el Archivo de Asunción, hasta que finalmente, cuando se agotó, ordenó que se lo fabricara en forma artesanal, llegándose a fabricarlo a partir del al pulpa fibrosa del “caraguatá”, que se mezclaba con agua y se fermentaba con ácido de naranjas, se amasaba y estiraba hasta formar láminas de papel. Cuando faltó tinta, López ordenó que se al fabricara de cualquier manera, y los paraguayos descubrieron una fruta silvestre, que ahora en Paraguay se la conoce con “tinta”, que al exprimirla largaba un líquido casi negro que servía para imprimir.
Estas características del soldado paraguayo, que contaba además con la adaptación al clima y conocimiento del terreno, contrastaba con el ejercito aliado, con gran parte de analfabetos y esclavos que no tenían ningún interés ni razón para ir a dejar el pellejo en los esteros de una tierra desconocida.
Fuentes:
- Castagnino L. Guerra del Paraguay. La Tripe Alianza contra los paises del Plata
- Julio José Chiavenatto. Genocidio Americano: A guerra do Paraguay.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
Si bien Francisco Solano López, antes de la guerra, había encargado a Europa cañones Krupp y cien mil fusiles que nunca llegaron, desde los tiempos del Dr. Francia, prácticamente cada paraguayo era un soldado que debía disponer de cuatro caballos y de armas propias para la defensa de la patria, que en general consistían en armas blancas. No era un ejército preparado para al conquista, lo era para la defensa, y contaba con la Fundición de Ibycuí, el arsenal de Caacupé, la Fortaleza de Humaitá y la fácil comunicación a través del telégrafo y el ferrocarril.
En el Archivo Nacional de Asunción, en 1864 el ejercito paraguayo contaba con 38.173 hombres, y según Julio José Chiavenatto, para 1865 llegarían a 50.000, pero nunca más de 80.000 hombres que afirman otros historiadores ( J.J.Chiavenatto. Genocido Americano. A guerra do Paraguay, p.111) Esta afirmación es coincidente con lo dicho por el represéntate ingles Thornton, que le informaba en carta a Lord Russel que en Paraguay debía haber cuarenta mil listos para la lucha.
Si bien el número de hombres del ejército paraguayo era inferior que el de los aliados, había varios factores incidían el la fortaleza física y anímica de los combatientes del ejército paraguayo, comenzando por las razones que indica Alberdi respecto a que defendían su tierra, su trabajo y sus familias.
Por otro lado los combatientes tenían una buena alimentación. Algunos científicos Europeos como Buffon, Demersay, Larouse, Rengger, Du Gratty, etc. y el propio Thornton, estudiaron al formación del ejercito paraguayos. Bufón por ejemplo destacaba la excelente y bien balancea de de la alimentación tradicional de los paraguayos, basada en trigo, banana, mandioca, miel y carne, fácil de conseguir con poco trabajo por toda la población, cosa que no sucedía en las clases bajas de los aliados. En algunas anotaciones de los nombrados, se dice que la altura promedio de los combatientes paraguayos era de un metro y setenta y dos centímetros, contra un metro sesenta y dos de los aliados. Por otro lado en esas mismas notas, se indica que entre los combatientes paraguayo había cinco blancos por cada negro o mestizo, en cambio en los aliados había un blanco cada veinticinco mestizos o negros, y en el ejercito brasileño al proporción era de uno contra cuarenta y cinco. Esto no es una cuestión racial de fortaleza o superioridad de ningún tipo, pero si una deferencia de motivación entre quien defendía lo suyo, y quien defendía lo ajeno. En el ejercito argentino muchos eran llevado en contra de su voluntad, engrillados y “atados codo con codo”, y en el brasileño enviados como esclavos, incluso “en representación de sus dueños”.
Otra diferencia a destacar era que, mientras en el ejército brasileño, los puestos de jefes y oficiales eran cubiertos según su titulo de nobleza, aún sin experiencia, en el ejercito paraguayo nadie tenía privilegios a la hora de ocupar en puesto en el ejército. Todos los oficiales salían de la tropa sin que ninguno llegara a oficial por la condición social. Todo el incorporado, sea rico o humilde, era incorporado como soldado raso y andar descalzo, ya que a ningún soldado paraguayo se le permitía andar calzado, como una disciplina espartana.
El buen humor
Otra condición digna de destacar del soldado paraguayo, era su instrucción. Prácticamente no había analfabetos en Paraguay, y caso todos los soldados sabían leer y escribir, teniendo además cada uno el desempeño de varios oficios que les permitía adaptarse a distintas circunstancias. Así cada soldado podía ser zapatero, carpintero, alfarero, mecánico y hasta músico.
Esta condición fue importante durante la guerra. López daba importancia seria, por ejemplo, a la prensa; cada regimiento contaba con una imprenta montada sobre un carro, dispuesta a ser rescatada ante el peligro, que editaba periódicos o folletines redactados por la misma tropa, que servían para informarse sobre el estado de la guerra y hasta para mantener el ánimo y el espíritu de los combatientes, siendo a veces redactados con sentido humorístico y hasta ridiculizando a los enemigos: por ejemplo Pedro II era nombrado como “El Macacón”, Porto alegre conocido como “Porto Triste”, Osorio como “General Osário”, Polydoro como “Pollo Loro” y el marqués de Caxias como el “Marques de Cajón”. Entre los periódicos editados pueden citarse “El Centinela”, el “Cacique Lambaré” (redactado en guaraní) y “El Cabichuí” (La abeja) y varios folletines que se distribuían entre la tropa.
El Cabichuí era redactado y distribuido por los soldados, y no faltaba el buen humor. En el logotipo de la primera página se veía un dibujo representando a un negro perseguido por las abejas (cabichuí) y en otra pagina se veía un grabado representando a Pedro II llegando al Mato Grosso ofreciendo a libertad a los negros, si tuvieran mas hijos para luchar contra Paraguay.
En otra edición del Cabichuí, refriéndose a la mala puntería de la artillería brasileña, tuvo la humorada de publicar que “El Cabichuí, considerando la conveniencia de llamarse a las cosas de la guerra por su nombre, o al menos con nombres que encierren ideas análogas a los efectos que producen, ha acordado y decreta: Art.1º) Se prohíbe bajo severa pena que desde hoy en adelante se llame “bombardeo” al que hace la escuadra brasileña: se llamará “macacada” si es de día, y si es de noche, “macaquize”.
Estos periódicos fueron de importancia para al guerra, de buena redacción y escritos en forma satírica, algunos de ellos en idioma portugués que eran “olvidados” para que sean “encontrados” por el enemigo. López daba tanta importancia a estas publicaciones para mantener el ánimo de la tropa, que cuando se acabó el papel ordenó que se lo juntara en el Archivo de Asunción, hasta que finalmente, cuando se agotó, ordenó que se lo fabricara en forma artesanal, llegándose a fabricarlo a partir del al pulpa fibrosa del “caraguatá”, que se mezclaba con agua y se fermentaba con ácido de naranjas, se amasaba y estiraba hasta formar láminas de papel. Cuando faltó tinta, López ordenó que se al fabricara de cualquier manera, y los paraguayos descubrieron una fruta silvestre, que ahora en Paraguay se la conoce con “tinta”, que al exprimirla largaba un líquido casi negro que servía para imprimir.
Estas características del soldado paraguayo, que contaba además con la adaptación al clima y conocimiento del terreno, contrastaba con el ejercito aliado, con gran parte de analfabetos y esclavos que no tenían ningún interés ni razón para ir a dejar el pellejo en los esteros de una tierra desconocida.
Fuentes:
- Castagnino L. Guerra del Paraguay. La Tripe Alianza contra los paises del Plata
- Julio José Chiavenatto. Genocidio Americano: A guerra do Paraguay.
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
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